Hubo un tiempo en que dolía respirar,
en que cargar con mis errores era más pesado que el futuro.
En ese tiempo, una promesa quedó suspendida en el aire:
“Un día todo estará mejor.”
No supe cuándo llegó ese día,
pero desperté y ya no dolía igual.
Las culpas dejaron de perseguirme,
y comencé a llamarme por mi nombre,
no por mis heridas.
Hoy entiendo que no se trataba de volver,
sino de mirar atrás sin temblar.
De poder decir “gracias” sin desear repetir.
De saber que lo que fui, lo que perdí,
también me enseñó a quedarme conmigo.
Y sí,
todo estuvo mejor.
Porque elegí seguir.
Porque me perdoné.
Y lo estará,
porque aprendí que hay promesas
que no necesitan cumplirse con alguien más,
sino con uno mismo.

jesus Arriaga Duran
no sé si se me ha ido la tan mala llamada “inspiración” o simplemente no encuentro palabras para transmitirte un poco de lo que siento, de lo que pienso, y de lo que soy.
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