... y hasta cálido.

...

… habían apagado las antorchas del castillo y solo su silueta de torres y almenas se recortaba en el lienzo estrellado y oscuro de aquella noche de cuarto menguante.

Arlion no tenía miedo, tan solo un terror que agarrotaba sus miembros. Todos.

El hueco de aquel viejo olmo, era amplio y hasta cálido, pero el pequeño guárano ni podía ni quería dormir. Esperaba y desesperaba.

Llegó la claridad del día.

Llegó un ratón.

Arlion salió del tronco del olmo y observó como aquel pequeño roedor ocupaba su lugar. Debía ser su casa.

Un estruendo proveniente del castillo llamó su atención (la de Arlion, no la del ratón que había desaparecido en las comisuras del viejo árbol). Estaban bajando el puente levadizo. Ahora podría atravesar aquellos altos muros y salvar a la princesa.

¡Iluso!

Entró sin problema. Nadie le dijo nada. Los guardianes bostezaban esperando el relevo tras la larga noche de guardia. Nadie temía a los pequeños guáranos. Quizás esa era su ventaja.

¿Dónde estaría encerrada la princesa?

La torre más alta. Sí.

Las gentes del castillo iban y venían, trajinaban ocupadas en sus quehaceres cotidianos. Era solo otro día. Aunque era el día en que un humilde guárano de las tierras bajas de Alburia, iba a liberar a la princesa.

La torre era tan alta que las escaleras se hacían interminables. pero estaba escrito: "Subirás los cien mil escalones hasta llegar a la puerta azul tras la que Lisarda sufre su prisión".

El primo Andamio le había contado aquella historia tantas veces...

La puerta no era azul. De todas formas la empujó. Chirrió.

Una voz vieja: ¿Quién anda ahí?

-Soy Arlion. Guárano de Alburia. He venido a liberar a la princesa.

-Ya. Muy bien. Pues aquí solo hay un puñado de frailes ancianos y una pequeña guardia que no tiene nada que guardar. Así que vuelve a tu pueblo y dile al sinvergüenza de Andamio que deje de engañar a los muchachos con esas historias de princesas prisioneras. Ya eres el quinto que viene este mes.

Y no había perdices por aquellas tierras.

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Quizás fuera este el último cuento que en alguna lejana noche alguien relató a El Caminante.

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Retazos.

"Me hiciste creer que me amabas"

Ya publicado.