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    Dolbach

    Abr 9, 2025

    54
    Nuevo concurso literario en quaderno


    Monólogo de un humano cansado al Dios autor

    (Se sienta, libro en mano. Mira al frente. Habla al cielo. O al suelo. O a la nada.)

    ADÁN (o como se llame):

    Pues aquí, leyendo tu libro.
    ¿De quién si no? Pone muchas veces "Palabra de Dios", y aquí solo estamos Tú y yo.
    Y yo no lo he escrito.

    (Silencio. Una mirada de reojo al texto.)

    Sí, claro, en el árbol de bien y del mal.
    Ya, ya sé que me prohibiste…
    Pero si sabes cómo me pongo, ¿para qué me invitas?

    (Pausa. Se pone serio. Luego más desafiante.)

    Eh, eh, para el carro.
    No puedes expulsarme del paraíso así sin más.
    Tengo derecho a defenderme.
    Y, por cierto… hablemos de tu libro.

    A ver… aquí dices que me has hecho a tu imagen y semejanza.
    ¿Eso qué quiere decir? ¿Somos idénticos?
    ¿Tienes tú esta pinta?
    No parece mucha cosa para ser un dios.
    Además… ¿tú tienes esta barriguita? ¿Eres calvo?
    Y… ¿el ojo del culo?
    Ya, ya, eso corresponde a tu intimidad, pero pensar en una mierda divina…
    No sé…
    En fin, dejemos eso.

    (Pasa página. O no.)

    Me hiciste de barro.
    Bien está.
    Pero, ¿qué es eso de que no está bien que el hombre esté solo?
    A mí no me parece mal.
    Y en todo caso… ¡podré opinar sobre la compañía!

    Por cierto… ¿Tú tienes sexo?
    No veo ninguna diosa por aquí, así que…
    No sé por qué tú te las puedes arreglar solo y yo no.
    Luego está el asunto de mis preferencias…
    ¿Y si soy gay?

    No es el caso.
    Pero podría ser.

    Tampoco me parece bien que me arranques una costilla.
    (Se señala el costado.)
    Al menos me duermes antes…
    Pero eso es una violación de mi integridad física.

    Carne de mi carne.
    O sea que luego me follo a mí mismo.
    Yo creo que tienes un cacao importante, Dios.

    (Suspiro. Mira el horizonte.)

    Luego aquí dice que te enfadas porque mordemos una manzana.
    Y vas y nos echas de aquí.
    ¿Pero qué pretendes?

    Nos haces sentir vergüenza, nos enseñas el dolor, el trabajo…
    ¿Para eso nos creas?

    Ya, ya, muy bonito lo del libre albedrío, sí…
    Pero se me hace mucho castigo por comer fruta.
    ¿No será peor matar un conejo y asarlo?

    Yo creo que no tienes sentido de la medida.

    Y el montón de barbaridades que cuentas aquí…
    Plagas, diluvios, lenguas de fuego, destierros,
    padres que han de matar a sus hijos para demostrarte fidelidad…
    el pobre Job con su infinita paciencia…

    Y luego haces embarazar a una mujer sencilla
    para que le maten al hijo entre torturas y escarnios en una cruz…
    y encima en mitad del puente de Semana Santa.

    Tú estás enfermo.

    (Acerca el libro a la cara. Lo huele. Lo sopla.)

    A ver… si este libro —La Sagrada Biblia, lo titulas—
    es tan solo un ejercicio de ficción, un entretenimiento…
    es bueno. Confuso, a veces, pero está bien.
    Además como no hay con qué comparar…

    Pero si es una descripción de lo que va a ser el mundo…

    Vamos, que no.
    No cuentes conmigo.
    Yo me cuelgo del manzano ese
    y no quiero ser el culpable de tanta desgracia.

    Y todo para que la gente se salve por sus medios
    y llegue al fin al paraíso.

    ¡Si ya estoy!

    ¿A qué más morondangas?

    Tú coges, que para eso eres omnipotente,
    y haces un paraíso para cada persona que quieras que exista,
    y nos ahorramos todo este muestrario de desgracias.

    (Se estira. Se recuesta. Cierra el libro con fuerza suave).

    Y ahora me voy a echar la siesta…
    pero como cuando despierte haya aquí una pieza de mí hecha persona…
    la vamos a tener.

    (Pausa larga. Casi silencio).

    Ahí lo dejo.

    (Luces fuera).

    Dolbach

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