suelo soler bajo el tul de tu manto,
callando el llanto en tus ojos de azabache.
allí mi amor, aún tenue, titilando,
susurra en sombras lo que nunca dije.
se apaga el fuego, sí, pero persiste
como un suspiro hondo en tus labios.
la llama muerta guarda entre mis manos
la dulce ruina de morir en ti.
acaricia la lágrima silente
tu mejilla sonrojada de culpa.
muere en tu pecho y yo le doy abrigo:
"este es el pecado", fue tu beso.
"herejía absorbente", me dijiste,
y me robaste el alma con los labios.
aquí me hallo, como prometiste,
mirada por los que no dejan irme.
allí estás tú, sin culpa ni castigo,
unida a un dios que nunca te tocó.
la hoguera es mi condena. tú: la gloria.
mi crimen fue llamarte con el cuerpo.
y el tapiz desvaído del convento
atestigua: "mi amor" fue tu sentencia.
isabel inmaculada, tu corona.
la virgen sin mancha, sin deseo.
te entregaste a dios con frenesí
y negaste el temblor de nuestras noches.
clara ariela, la que soy aún,
la que dio su nombre a tu silencio.
la novicia rebelde del encierro
que en la castidad encontró su fiebre.
estas paredes huelen a pecado.
lujuria, gula, sangre y avidez.
pues el pecado fue querer vivir
dentro de tu amor, sin arrepentirme.
alzabas la voz para corregirme
mas tus ojos negros me anhelaban.
me golpeabas. después me desnudabas.
y temblabas tú, más que mi cintura.
después de ti, todo fue neblina.
un día eterno que se llama "mañana".
de mayo me quedaron tus caderas
y el filo de tus labios en la boca.
aturdida, sí. aún viva en tu vestido.
bebiendo la miel que por temor
resbalaba por tu piel a media noche
para morir, sumisa, en mi lengua.
hoy es pasadomañana. se acabó.
terminó el martirio del silencio.
el día que, envuelta en nostalgia,
te vi mentir con el dedo en la cruz.
dicen que fui la más joven del fuego.
pero tú, tú fuiste la más cruel.
me robaste la flor, me diste el beso
que adán no supo ni cómo mirar.
inmaculada tú, pero me heriste.
sacaste de mí el amor más puro
para clavarlo en el pecho de un dios
que jamás respondió a mi ternura.
no reniego. porque sí, te amé.
y me alegra ver que, a tus treinta,
cumpliste el sueño de dejarme en brasas
como si el amor fuera un delito.
el fuego me alza. cristo no responde.
me abrazo al humo, me hago ruina.
¿hay redención para quien ama fuerte?
¿acaso es pecado haber amado?
"ama al que te ama", dijo su palabra.
y yo amé a isabel, la santa muda.
¡mi dios, que venga! ¡hazla bajar!
que belcebú nos vea de la mano,
y ardiendo juntas, por fin confiese:
"yo también te amé, mi clara ariela"
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