Todos duermen y la casa está en silencio.
La guerra está dentro de mí y no me deja pegar ojo.
Los pensamientos me bombardean.
Tengo miedo de que las bombas no sean de juguete.
Yuki llora en el pasillo y se asoma a mi habitación.
Juega con una cinta que encontré en el armario.
Lo encierro conmigo pero quiere salir.
Al fondo del pasillo la puerta también está cerrada.
La puerta que más le interesa.
Da una vuelta por la casa y vuelve a jugar a mi habitación.
Es como un bebé que quiere a su mamá.
Vuelve una vez más y lo distraigo con la cinta.
¿Cuánto más puede durar este juego?
Afuera ruge el motor que se me antoja es de la panadería.
Aunque hoy no hay olor a pan.
Y adentro la guerra.
Yuki llora en el pasillo y lo cazo con la cinta.
Cae en la trampa dócilmente y entra en mi cuarto.
Hoy yo soy la gata y él el ratón.
El motor para pero la guerra no.
Aquí no hay bandera blanca que valga.
Mejor me entrego.
Me dejo invadir por los pensamientos.
Son balas pero no pueden hacerme daño.
Mientras las observe y las deje pasar.
El motor se apaga.
Descanso.
La balacera termina sin víctimas fatales.
¿Y la guerra?
La guerra sigue pero ahora puedo verla desde afuera.
Es un tablero sucio sobre una mesa.
Y mi contrincante soy yo.
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