Volveremos, y que sea mejor: la reencarnación como arquitectura social
Jun 26, 2025

Yo recordé algo que ya había vivido. Recordé que ya había estado aquí. No era un déjà vu. Era mi alma, mostrándome que esto es una escuela. Que este cuerpo no es mío, es un préstamo para el alma que vuelve. Y si vuelve, quiero que vuelva mejor.
No fue una epifanía, ni un sueño, ni una iluminación. Fue como si algo en mí —algo antiguo— hubiera susurrado por fin más fuerte que el ruido del mundo. Recordé sin imágenes, sin fechas, sin pruebas. Pero lo supe: ya había caminado por esta tierra. Había tenido otros nombres. Otras formas. Otras muertes. Y la razón por la que estoy aquí de nuevo no es el castigo, ni la casualidad. Es el aprendizaje.
La vida no es un viaje lineal. Es una espiral. Una curva que vuelve sobre sí misma, pero cada vez con un poco más de claridad. Y si lo que vuelve soy yo —o lo que queda de mí— entonces el mundo que dejo atrás es el mundo que me espera más adelante.
Eso cambia todo.
Porque si mi alma ha de volver, entonces esta casa, esta ciudad, esta especie, son míos no como propiedad, sino como herencia de mí mismo. Lo que destruyo hoy será mi cárcel mañana. Lo que sano hoy será mi templo cuando regrese.
Y entonces surge una pregunta nueva, radical, viva: ¿Qué mundo le estás dejando a tu próxima encarnación? ¿En qué cuerpo vas a nacer después de este? ¿En qué barrio? ¿En qué tierra seca o fértil? ¿Entre qué ruinas o jardines?
Ahí empezó mi obsesión. Porque lo entendí: la humanidad no evoluciona por casualidad. Evoluciona porque se reencarna.
Y estamos —todos— en medio de una gran obra colectiva: estamos diseñando el mundo al que vamos a volver.
Cuando lo recordé, no sentí alivio. Sentí vértigo. Porque entender que volvemos significa que la vida no se termina cuando se termina la vida. Significa que todo lo que hacemos, tocamos, construimos, contaminamos, cuidamos o abandonamos queda esperándonos más adelante.
Nos enseñaron a pensar el futuro como algo ajeno. Como si lo que viene le tocara a 'los que siguen'. Pero yo ya no creo eso. Yo soy los que siguen. Vos también. Somos nuestros propios herederos.
Y de golpe, todo lo que parecía lejano se volvió íntimo. El niño que nace en una villa sin agua, en un campo envenenado por pesticidas, en una casa donde no entra el sol… —ese niño podría ser yo en la próxima vuelta.
Esa mujer que muere de frío entre cartones, la que nadie ve, la que ni Dios escucha… —podría ser yo, o podría ser vos.
Y no lo digo como amenaza ni castigo. Lo digo como posibilidad, como ley física del alma. Si la conciencia vuelve, vuelve donde la dejamos. No hay cielo ni infierno: hay consecuencias. Y esas consecuencias son este planeta, esta sociedad, esta civilización que estamos construyendo como si no fuéramos a volver.
Pero vamos a volver.
La parte difícil fue darme cuenta de que no basta con mejorar mi vida. Ese ego espiritual también es parte del problema. No alcanza con 'despertar' si el despertar es solo para escapar. No sirve meditar si afuera hay gente comiendo basura.
Porque si el alma vuelve, entonces todo lo que ignore hoy será mi lección pendiente de mañana. No hay atajos. Solo ciclos.
Así empezó mi teoría. No como una respuesta, sino como una alarma interna. Un fuego frío que me dijo: “Todo lo que hagas hoy… te lo vas a encontrar otra vez.”
Entonces decidí cambiar la pregunta.
Ya no me pregunto qué quiero para mi vida.
Ahora me pregunto: ¿Qué mundo quiero habitar la próxima vez que vuelva a nacer?
Filosofemos juntos en los comentarios....
Andreina Alessio
Ocultista, Wicca, Maga, Bruja, Astróloga, Filosofa hermética, Licenciada en Comunicación Social, todo eso, todo junto, a la vez.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión