A las palabras no se las llevó ningún viento; ni siquiera el huracán más despiadado que conocí. Las palabras llegaron e hicieron su propio refugio en mi cabeza y, emancipadas de lo que sea que haga o piense, se despojan de mis ideas, de mi forma de ver las cosas, e incluso de la forma en la que me gustaría verte realmente, para emerger en ese momento, en ese lugar; donde lo que menos me gustaría es recordar todo lo que alguna vez me dijiste.
Pero si ya está, ya pasó. ¿O no pasó nada realmente?
Estuve determinando máximas a lo largo de toda mi vida intentando entender a las personas -sus percepciones, sus inquietudes, su grado de confianza a la hora de entablar una conversación, entre otras cosas- y, a pesar de todos mis intentos de prueba y error, sigo encontrándome en el mismo lugar y chocando con la misma conclusión: nunca terminé de conocer a alguien, en cuestión, no conozco a nadie realmente.
Sartre tomó riendas en el asunto y dijo una vez que las palabras son pistolas cargadas. No recibí ninguna cirugía al día de hoy por una herida de bala. De todas formas, siento que me perforaste los oídos con esos vocablos imprevistos que lanzaste como si nada al aire aquella vez, como si tu pistola no tuviera ningún seguro puesto, pues no callaste hasta que quedaste satisfecho, o bien hasta que caíste en cuenta de todo lo que habías manifestado.
Más que perdonar tus trastabilladas elocuencias, prefiero absolverme a mí misma una y mil veces más si es necesario. Sencillamente por el mero hecho de querer -de merecer- encontrar paz entre los ensordecedores pensamientos que tengo a veces. No obstante, no significa que, entre ellos, me despiste de las cosas que declaraste.
Decir todo eso que pensé que jamás dirías. Así, saliendo como si no fuese nada. Ya sé que no pronuncié mucho, que fingí tranquilidad en medio de mi estupefacción en el intento de procesar(te), que sigo aquí parada cuando ya debería haberme ido.
¿Realmente debería seguir como si nada? Porque después de eso mencionaste que, al fin y al cabo, no valía nada, que todo era nulo. Que no hay por qué darle mucha importancia, hay que seguir como si todo siguiese igual. Pero no está bien, yo no me siento bien. Dejé de sentirme así con tu presencia desde hace mucho tiempo.
Tengo en cuenta que yo también dije “Sí, ya pasó”, pero en este preciso momento de mi vida me cuestiono demasiado las palabras que alguna vez arrancaste. Tal vez ya pasó. No, tal vez no.
No pasó nada.
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