Tengo en la mano una semilla de roble. Para los celtas este árbol representa fortaleza y valentía. Es uno de los árboles más fuertes que existen. Esta semilla está rota, tiene unas vetas por donde puedo ver su interior. Y no puedo evitar preguntarme ¿Importa? Digo... ¿A la naturaleza le importan las rasgaduras, las imperfecciones, las heridas, las cicatrices?
Esta semilla que está rota, ¿Puede crecer y convertirse en lo que mis antepasados veneraron como símbolo de la inmortalidad del alma, de la regeneración? Me hago estas preguntas casi a modo de súplica. Me pregunto también si a alguien le importa que yo esté rota, descascarada, incompleta. Si igual puedo crecer como el roble. Puedo enraizar a través de mis heridas abiertas. Puedo hacer llegar esas raíces a los más profundo de cualquier lado. Me puedo transplantar a tiempo.
A tiempo.
Para mí la más grande de las sabidurías es aprender cuándo es cuándo. El tiempo indicado de cada cosa. El proceso interior cronometrado. El de la naturaleza misma.
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