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    El diablo me sonreía desde el otro lado de la habitación

    y me pareció escucharlo recitar una última canción.

    Aún así, me pareció una merecida invasión,

    ya que desde siempre supe que mi existencia no tenía una misión,

    más que vivir atormentada con la visión,

    de que Dios jamás permitiría mi salvación.

    Fernanda Quispe

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