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    Vinyasa: el poder del yoga

    Jun 25, 2024

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    Vinyasa: el poder del yoga
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    Apenas entré al lugar había sahumerios, imágenes de Buda en todos sus colores y formas, colchonetas (mats mejor dicho) y un mantra de fondo que se mezclaba con la lluvia. Tomé una clase de Ashtanga Yoga para relajar e interiorizarme en el tema pero no sabía dónde me metía. A todo el mundo que cree que la yoga es para relajar y que es simple, están equivocados.

    La instructora Florencia Buale fue mi profesora de pilates hace un par de años. Ella hace parecer todo sencillo, se dobla y contorsiona como si no tuviera columna vertebral. Ni siquiera sus larguísimas dreadlocks le impiden ningún movimiento. Mientras esperábamos a todos, alineó los mats y puso play en su parlante para que suene música relajante. Cuando llegaron los dos alumnos que faltaban de la clase y todo estuvo listo, nos descalzamos y comenzó la serie de saludos al sol. Perro arriba, perro abajo, guerrero, vinyasa. Los dedos gordos del pie se agarran con los dedos de la mano que hacen la mímica del tres, vinyasa otra vez. Todos esos nombres están dichos vulgarmente, porque claro, tienen su forma especial. Excepto vinyasa, que está presente en toda la práctica y significa “sincronizar la respiración y el movimiento para unir un asana a otra, y fluir con la respiración y el movimiento postura a postura”, entonces se dice eso cuando se pasa de una a otra asana. Las asanas son esas poses raras y difíciles que se hacen. A mi, personalmente, me salió muy bien una en especial: balasana o postura del niño. Si, la de descanso. Entre veinticinco tipos de yoga, elegí el más intenso de todos sin saberlo. Es muy complicado practicar Ashtanga porque hay que ser laxo y tener fuerza. Si tenes flexibilidad pero sin un gramo de fuerza, no sirve. Si tenes fuerza, por lo general los músculos son cortos. Todo se basa en un equilibrio constante. Como yo no lo tengo y además fue mi primera clase, en muchas oportunidades pude observar lo que hacía el resto y quedé sorprendida. Levantaban con sus manos todo el cuerpo en una especie de posturas que parecían de breakdance. Se abrazaban con las manos hacia atrás pasando por la rodilla o ponían un pie por detrás de la cabeza. Lo veía tan lejano hacer algo así que para mi era como un Cirque du Soleil.

    Hasta que, por fin, llegó el tiempo de la meditación. A juzgar por nuestro estado, todos los practicantes de esa clase parecíamos salidos de una maratón y necesitábamos bajar otras mil revoluciones. Mientras me acuerdo, todavía siento el perfume a Eucasol en el aire. Con las luces apagadas y un nuevo mantra, quedamos acostados boca arriba y se aflojaron nuestros cuerpos. Florencia pasó por los espacios de cada uno y nos dió un masaje en la sien y atrás de las orejas con aroma a eucalipto y ahí se me abrió el pecho por completo. Debo admitir que mucha relajación hizo que me vaya por un segundo de ese lugar, no físicamente sino espiritualmente o algo así. Cuando terminaron esos cinco o diez minutos, nos sentamos como indios y con las palmas unidas frente al pecho, como rezando, hicimos una serie de ohm y repetimos un mantra que la profesora cantaba. Sin aplausos ni voces rompiendo el silencio, la clase terminó.

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    La práctica hace al maestro

    Al finalizar, los ashtanguis charlaban un rato más en el lugar sobre encargar pedidos traídos de la India como sahumerios y demases. Hay una dicotomía en el ambiente porque todos están relajados pero aún así comentan que se sienten “como si hubiera pasado un camión por encima del cuerpo”. Florencia está impecable, ni una gota de transpiración. Se rie porque cuenta que hizo la clase más light porque yo era la invitada. Menos mal que eso era light. Cuando se van todos, accede a contarme un poco más en primera persona sobre cómo vive ella el Ashtanga Yoga y unos datos que son sugestivos, especialmente por cómo los cuenta.

    — ¿En que se basa el Ashtanga Yoga?

    — El Ashtanga Yoga se basa en una práctica físicamente muy intensa. Ashta significa ocho y anga es miembro en sánscrito. Consiste en practicar los ocho pasos de Patanjali, que es el maestro que vino a ordenar un poco el yoga. En esos ocho miembros, tenemos los yamas que son leyes universales que hay que cumplir, son las actitudes hacia los demás (Ahimsa, no violencia, no hacer daño, respeto a la vida; Asteya, no robar, no pretender ser o aparentar; Satya, no mentir, decir la verdad, mantener la pureza y la sabiduría; Brahmacharya, evitar el desgaste innecesario de la energía y Aparigraha, desapego, no acaparar, no quedarse atrapado por las pasiones) y los niyamas son conductas que tendríamos que tener con nosotros mismos (Saucha, pureza en nuestro comportamiento, limpieza del cuerpo; Santosha, sentirse satisfecho, estar en paz con uno mismo, estar contento; Tapas, disciplina, resistencia, crear el fuego o calor que te transmuta; Svadhyaya, autoconocimiento, ser consciente de uno mismo, estudio de los textos espirituales e Ishvara Pranidhana, amor, respeto y entrega a la sabiduría universal). En tercer lugar está la práctica asana y en cuarto el pranayama, que es la energía vital. Después está pratyahara, que es una especie de meditación sin apagar todos los sentidos teniendo presente el lugar donde uno se encuentra sin despegarse del cuerpo físico. Por último dharana y dhyana son muy parecidos y es el estado que que nos va a llevar al samadhi, la iluminación y la elevación.

    — ¿Cómo fueron tus comienzos?

    — La realidad es que empecé a practicar en mi casa mirando videos. Hace cinco años hice el profesorado de Hatha Yoga porque me acuerdo que me habia re copado. Un año fue el instructorado en el Centro Ananda Yoga y después hice el segundo año de Yogaterapia en el mismo lugar. Hice una maestría, un año de Ayurveda y el instructorado de Yoga Kurunta. El último que estoy haciendo ahora es Ashtanga Yoga y el año que viene voy a hacer una especialización en lo mismo pero es sólo para alumnos avanzados.

    — ¿Practicar yoga implica un estilo de vida?

    — El ashtanga conlleva un estilo de vida particular. No consumir alcohol, no fumar, no consumir ningún tipo de drogas ni nada por el estilo. Se necesita ser vegetariano porque en el sistema digestivo, al no tener carne, el intestino trabaja mucho menos. Hay muchas flexiones para adelante que van como moviendo y masajeando el intestino y ayuda muchísimo el hecho de que no tenga que deglutir carne y que el páncreas no tenga que trabajar de más. Uno esta mucho mas liviano, ágil y suelto, no te sentis pesado para nada. No es condición ser vegetariano, si alguien lleva una vida normal y quiere hacer ashtanga, no pasa nada. Si va a pasar en unos años cuando se involucre en el mundo de yoga en general que busque estar más liviano, sucede muchísimo. Se aconseja dormir ocho horas pero eso queda a criterio de cada persona. Se requieren tres horas mínimas de ayuno antes de la práctica. Cada vez que se termina una práctica, el cuerpo queda completamente limpio y depurado. Se transpira muchísimo porque es un estilo muy intenso, se liberan toxinas por quimiotaxis y todo lo que tenes acumulado en el cuerpo.

    — ¿Que beneficios tiene para el cuerpo, la mente y la salud en general?

    — Ashtanga, particularmente, tiene beneficios sobre el sistema respiratorio, digestivo, endocrino y nervioso. Trabaja mucho el sistema simpático y parasimpático. A niveles mentales, baja mucho el estrés y ayuda a mantener la calma. Es una práctica que además de ser liberadora, abre mucho el cuerpo. Hay quienes creen que cuando uno es flexible en el cuerpo, lo es también en la mente. Uno va cambiando la forma de vivir, la forma de ver las cosas, se va haciendo mas paciente. La mente al estar mas tranquila reacciona de otra manera a las situaciones. No vivís bajo el estrés constante de la ciudad. Físicamente logras mucha fuerza y te volves más ágil, con plasticidad y destreza.

    — ¿Hay reglas para tomar una clase o permanecer en un templo?

    — No hay ninguna regla para hacer una clase de yoga. Si tuviera que haber una regla, para mi, sería trabajar con desapegos. Trabajar sin esperar nada en la práctica. A veces los practicantes llegan y dicen “yo quiero hacer eso que estás haciendo vos en la foto” y para hacerlo hay todo un trabajo de años previo en el cuerpo, entonces no es así. Hay que venir, practicar, conectarse con la respiración, conectarse con uno mismo, bajar doscientos millones de decibeles y respirar como corresponde. Percibir el cuerpo, percibir los pies que siempre estan muertos, percibir como estoy parado porque así es como estoy en la vida.

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    Volví a mi casa con demasiada información para procesar, mucha relajación adentro y muchos prejuicios afuera. Ese día pude abrir la cabeza y entender que para juzgar algo, hay que saber de lo que se habla y aunque sea practicarlo una vez, animarse. La clase fue una experiencia que nunca pensé que iba a tener porque a mi el yoga nunca me causó nada. Fue más interesante de lo que imaginé, aunque muchas cosas no pude hacer porque hasta para doblar una pierna se necesita como mínimo un año o dos de experiencia y constancia. Había una lluvia torrencial pero mi objetivo estaba cumplido, así que llegué empapada pero yo diría que nuevos conocimientos. Quizás un día vuelva por otra clase. Namasté.

    @biandivanni

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