Cómo decir sin decirlo sigue siendo la cuestión. Siempre fue necesario cortar los hilos y abandonar este “todo”, conducido por esta línea mecánica que nos transporta dentro del silencio mientras cubro tu perspectiva con mis manos, y que sentimos en la ausencia mientras corremos el riesgo de ser atravesados por el capricho del momento. La coartada está sobre la mesa, es evidente de lo que no es y deja de ser, resultado de lo precipitado en que conocieras lo que pienso, en que logres desdibujar lo que soy, un vacío donde no hay nada que pueda volver a crecer. Algo demolido por la maquinaria que corre por la misma línea que desistimos seguir inconscientemente, que nos obliga a romper el pacto de intercambiar nuestros anhelos. ¿Puede acaso mi corazón ser salvado de este devenir?, podría recostarme a esperar que lo hagas, aunque las manecillas del caprichoso deformen las sombras, y anuncie lo poco que nos queda. Ya basta de visitarnos en ausencia, y comunicarnos en silencio, de luchar con prejuicios en pasos livianos, evidentes en nuestra etapa más pasional e irracional, que te invita a soltar y vivir. Es curioso a pesar de lo ambiguo del suceso, pero ese siempre ha sido nuestro talento, el poder sentir tanto sin manifestarlo, el poder decir tanto con tan poco.
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