Existe una sola certeza que me sigue donde sea que vaya:
No estoy hecha para esto.
Son las dos de la mañana y yo doy mil vueltas en la cama. No he podido parar de pensar en varias semanas: hay algo que deseo pero tengo demasiado miedo como para decirlo en voz alta, para hablarlo, incluso para escribir sobre ello. Quiero creer que no soy la única que siente esto, este anhelo tan fuerte por ser alguien, dedicarme a cosas que amo, la escritura, quizá volver a componer un par de canciones, quizá pintar o dibujar, pero algo, algo que me haga conmover otra vez.
Hace casi dos meses que no escribo nada desde mi sentir. Mi diario permanece intacto, las últimas páginas hablando de Buenos Aires. Pienso que debo conseguir un trabajo, ahorrar, ayudar a mis padres, ahorrar, ayudar en la casa, ahorrar, quizá mimarme con un libro, ahorrar, ser alguien, ahorrar, trabajar, viajar otra vez, ojalá otra vez, pero estoy tan cansada, tan perdida. Entreno cinco veces a la semana, los otros dos días los dedico a la yoga, mantengo mi mente ocupada en actividades físicas porque en las artísticas estoy irremediablemente seca.
¿Este viernes 13 me permitirá alguna iluminación celestial para encontrar el camino correcto?
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