Dar (se)
Su recorrido comenzó una tarde de otoño, rodeada de esperanza y una escondida cuota de dolor. El frenesí de la llegada trajo mucha euforia al ser la primera de tantas. Conforme el tiempo pasaba, la vida parecía ser un tanto particular para ella.
Por momentos parecía no entender bien de qué trataba su estadía aquí, el ruido la aturdía y hacia desplegar lágrimas en sus ojos, por momentos no encontraba color en su alrededor, pero justo allí donde todo se tornaba gris, estaba mamá. Mamá era todo lo que la vida le podía obsequiar en ese momento.
Necesitaba grandes cuotas de valentía para afrontar la dulzura y la soledad en fragmentos similares. En tanto pasaban los otoños, la niña comenzaba a desear ser alguien más. Su lugar estaba dictaminado por unos cuantos cumplidos en un cuaderno, su valor radicaba como lo más esperanzador de la familia, casi como un trofeo del cual lucirse.
Por dentro, la melancolía por el ayer no cesaba. La incertidumbre corrompía su frágil corazón, algunas dudas permanecían en su interior. Aquella niña transformó su valentía en miedos, pero aún así, el viaje estaba en marcha. No había tiempos para dudas, la razón de ser permanecía intacta, todo en equilibrio pero con deseos ajenos.
La contención de aquella primera infancia ya no concurría con tanta templanza y frecuencia, ahora la vida comenzaba a tener otro sabor, el propio.
Encomendó sus acciones al mismo puerto, al que tanto deseó arribar. La tormenta comenzó y nada quedó de aquella niña (o sí). El naufragio fue evidente, la oscuridad tropezó con sus miedos y la angustia devino en confusión. La niña se tornó aún más pequeña.
Todo comenzó a aturdirla una vez más, todo comenzó a doler un poco más. Ese barco no era el propio, ni siquiera lo había esperado con tanto orgullo. Era hora de arribar a nuevos horizontes, mientras tanto, la pérdida era inminente. Necesitábamos un barco nuevo, un puerto nuevo y un destino.
Comenzó su travesía por las mareas tempestuosas. Sabremos luego de qué trata la tormenta, como sobrellevarla y hacia donde nos dirige; mientras tanto, sigo escribiendo.
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