Ahí se encontraba ella dentro del bosque caminando recogiendo frutos y semillas como si se tratase de una hermosa ninfa que al caminar parecía que los girasoles se inclinaban ante su belleza de color canela, su cabello negro largo ondeado parecía juguetear con el viento encaprichado acariciando su tranquila cara fina, fue en ese momento en que los rayos del sol la iluminaron con una luz tan cálida que solo a las diosas acompaña cuando pisan tierra con su presencia sagrada y entre los arboles el Príncipe se escondía observándola en silencio e insistencia.
Era tan bella que al verla sentía que todo el mundo se paralizaba, su ser era como una divinidad entre mortales, era el amor que había encarnado en carne y sangre, sintiendo su corazón golpear duro y dibujando una sonrisa estúpida en su rostro embelesado haciendo brillar sus ojos enamorados, de ese amor tan puro sintiendo que eran uno, siendo ella la esperada por tanto tiempo encarnando durante años, contemplando a su amor materializado menor que él por seis anuarios, ese amor que creía nunca encontrar y frente a sus ojos la joven de ojos hermosos esta.
La bella joven de ojos marrones alta y esbelta con aires de princesa que cuando sale el sol por las mañanas pareciera danzar con ella. Vive dentro del reino de Argos pero a las afueras del pueblo a orillas del bosque con su padre, una joven que muy pocas veces va al pueblo y pocos la conocen, cuando pasea muchos la observan contemplándola por su belleza mientras otros murmuran sobre su existencia. Es muy raro verla caminar entre los arguianos ya que tiene como padre a un hombre sobreprotector siempre cuidándola que no le pase nada, le lleva libros para que se quede leyendo y ni vaya al pueblo.
Desde muy pequeña creció con su padre rodeada de libros y conforme pasaba el tiempo sus conocimientos se iban extendiendo, despertando en ella la curiosidad por el exterior, por atravesar el bosque y pasar las grandes montañas de Argos explorando otros reinos, curiosa de finos conocimientos por tanta lectura de libros viejos y a pesar que creció sola con su padre siempre extrañaba a su madre, madre que dio la vida por ella en un tiempo atrás en una noche larga y tenue donde las flechas volaban en una noche oscura sin parar huyendo de un lejano lugar, en sus brazos su madre la llevaba arropada con lágrimas sin saber lo que iba a suceder, mientras su padre las protegía con su escudo una inesperada flecha cayó en ella como verdugo, desde aquel acontecimiento su padre hizo un juramento, en tanto la verdadera historia de cómo llegó a Argos la Gran Reina y su padre solo lo saben.
Una joven de mirada singular que pareciera mirar un poco más de lo normal, en ese momento en que el Príncipe la contemplaba decidió salir de su escondite a su encuentro y robarle un beso pero ella lo vio venir soltando su cesto corriendo a abrazarlo al encuentro, sus miradas se chocaron y tomándole la cintura miró aquellos ojos marrones diciéndole lo mucho que la amaba.
Los dos abrazados unidos con un beso de amor eterno bajo la luz del día en silencio; ya había pasado varios días después de aquel encuentro, varios días que vivían un amor en secreto, un amor que iba creciendo y poco a poco se va fortaleciendo, sus corazones juntos danzaban el ritmo que las arias cantaban.
_ “NUNCA ME DEJES” – dijo ella abrazándolo fuertemente.
_ “estaré contigo de noche y de día ..., no importa donde este siempre contigo estaré” – le contestó acariciándole el rostro.
_ “no he sido muy sincero contigo y no quiero que haya secretos entre nosotros pero lo que te voy a decir puede que no lo creas, te revelaré quién soy realmente y hoy conocerás mi gran verdad que tus ojos se maravillaran” – le dijo seriamente tomándole las manos mirándola.
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