Vi en las nubes tiempos mejores

Apoyé el libro en mi pierna, y decidí mirar a las nubes. Estaba tan inmerso en el mundo que tenía a mis manos, que me había olvidado del que me rodeaba. Al fin y al cabo, para eso había salido de mi casa.  

Pero el mundo que se me presentó al ver las nubes, tampoco era en el que vivía antes de salir. Agobiado y con nudo en mi garganta, había cogido mi libro favorito, mis auriculares y corriendo me había encaminado en la misión de ir al parque más cercano. 

Bajo un árbol, me perdí en las caricias que suavemente me regalaban las palabras al pasar los dedos por las páginas. Como militares, los pensamientos salieron en fila de mi cabeza, me hicieron un poco de cosquillas al bajar por mi hombro y luego se fueron caminando hasta que dejé de escucharlos. 

Volví a ser capaz de respirar profundo y el nudo que tenía en la garganta se fue desatando poco a poco, como las ligas de mis zapatos cuando era pequeño y recorría las nubes en bicicleta. 

Tal y como pasa en las películas, empecé a ver en el cielo varias figuritas que me devolvían la mirada con ternura. Un dinosaurio, una flor, un perro…no, eso es un gato. Y por primera vez en mucho tiempo, volví a imaginar. 

Me imaginé en el futuro. Estaba en una terraza y era un día soleado de primavera. El viento soplaba y me despeinaba un poco el pelo. Él me traía una taza de café. Yo la recibía con una sonrisa y, tras una caricia, dedicabamos la tarde del domingo a leer juntos. 

Pero no era tan fácil concentrarme en la lectura. No podía evitar disfrutar del frescor del buen tiempo, el olor del café, sus ojos. Así que miraba al cielo. Un dinosaurio, una flor, un perro…no, eso es un gato. Claro que no, es obvio que es un perro. Él me reprochaba y a mí se me escapaba una sonrisa 

Esta vez era más difícil olvidarse del mundo que me rodeaba. Mi cabeza no daba vueltas, no había trazos de agobio y ya no necesitaba salir corriendo para simplemente ver las nubes.