qué frustración, Dios mío.
no he escrito nada que merezca realmente la pena.
es un vacío inagotable que está acabando con mi lenguaje,
con mi idioma,
con mi única herramienta de salir a flote.
es eso lo que me rompe la piel.
no puedo escribir del dolor, ni del amor,
aun sabiendo que son los dos extremos que me componen.
no puedo.
me doy vueltas en la cama pensando algún verso,
alguna rima que me haga sonreír.
nada.
alejandra, alejandra de mi alma,
vos, que viviste tantas veces este hastío,
ayudame, quitame la pena que habita en mi pecho.
siento que me muero, que existo en un estado de putrefacción eterno,
que me tambalea el alma en la cuerda de la vida,
si es que acaso valga la pena mencionar su nombre.
alejandra, alejandra mía,
vos te preguntaste también para qué tanta vida,
vos, con tus pocos años, con los años que son ahora míos, sentiste lo que yo.
pero te siento lejos, alejandra, como la muerte.
esto que vivimos es peor:
es el ápice de lo insulso.
nos morimos sin morirnos realmente,
somos almas andantes, errantes entre estos caminos.
nos separan trece años, de mi vida y tu muerte.
nos encontramos a trece años, de mi muerte y el final de tu vida.
alejandra, pajarita de mi nido,
yo también quisiera ser feliz esta noche,
en mi habitación hay tantos libros,
hay tanta poesía todavía, tanto por conmoverse.
enseñame a tener amor en los ojos otra vez
para que en ellos nade desnuda la ternura.
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