¿Sabías que mis ojos son verdes?
No verde esmeralda como los tuyos,
quizás más oscuros,
pero son verde esperanza
en ese matiz olvidado
entre la hierba fresca de los prados
y las sombras que envuelven al mundo.
Son verdes de aquellos días
en los que el sol olvida brillar
y la arboleda,
necesitada de su calidez,
gira sus ramas hasta él,
hasta hacerle ver
que necesitan de su roce.
No son verdes de calma,
ni de esa esperanza infinita,
son verdes que se mezclan
con la duda,
con el miedo,
que se enredan entre recuerdos
y se alzan como las hojas
de un alma centenaria.
Mis verdes iris
no te darán respuestas.
Son preguntas cruzadas
en esos reflejos que olvidas ver,
son días oscuros
que nunca terminan de llover.
Tal vez no sean como los tuyos,
pero en ellos
sé que encuentras lo mismo
que yo veo en tu mirada:
un rincón donde perderse,
un abrazo donde respira el alma
y se deja ser.
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