Verde

Las madrugadas en el campo son frías.

La temperatura desciende mucho y la coriza, no te deja respirar tranquilo. A miles de kilómetros de la farmacia más cercana, el remedio próximo es la posta que sigue a la tuya.

Veo que alguien se acerca por el trillo.

¡Alto! ¿Quién va? Y como no contesta las tres voces, disparo la primera salva.

¡Cojones!! ¡No dispares man!, que soy yo, Ernestico.

¿Será que tienes una loratadina?

Anormal, pensé que eras una vaca y casi te meto plomo.

Las vacas no andan en dos patas, ¿o sí, man?

Nos destornillamos de la risa y el momento incómodo, se queda ahí.

No, asere. Se me quedaron las pastillas en la unidad y todavía faltan dos horas para que venga el relevo. Pero te puedo dar un bate, para que hagas la guardia relajado.

¿H Upmann?

No, Criollos, de Holguín.

Calidad pura, mi negro. Dame acá y pásame los fósforos.

Fumamos en silencio, apenas viéndonos las caras, pues la oscuridad es tan basta, que no se es capaz de ver la palma de tu misma mano al levantarla y ponértela frente a los ojos.

48 horas sin luz, y dicen que vamos para peor.

¿Peor? Es que acaso, ¿podemos estar peor?

No lo sé, man. Si algo ha demostrado esto, es que siempre puede ir a peor. Siempre puede llover.

Qué odio nos tiene la gente que gobierna este país; nos tratan como perros.

Peor que perros, al menos a los perros, les pasan la mano de vez en cuando y les dan comida. A nosotros, ni eso.

Brother, que clase mierda es todo, cualquier día me pego un tiro.

¡Déjate de comer mierda, anda! Dale a hacer la guardia, que en un rato llega el sargento y nos pone a doblar a los dos, por tú estar violando turno. Restregó la colilla contra la suela de su bota y se fue sin despedirse, fue la última vez que lo vi.

Tenía 18 años.

Un tiro, en el medio del monte, suena tan alto, como la campana de una iglesia, un domingo a las 8 de la mañana. Ahí se quedó, atravesado por una 7x62, munición regular del Pacto de Varsovia.

A su madre no le permitieron ver el cadáver.

Abril, 2024.