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    Verano y sangre

    Jan 11, 2025

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    Verano y sangre
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    Menstruar con calor es una de las experiencias más displacentes que un humano puede atravesar. Lo escribo con conocimiento de causa y sobre todo porque sé que las personas sin útero no sienten los cambios hormonales de las misma manera, a excepción no ser que se estén hormonando. Y menos las alteraciones hormonales que tenemos las personas con ovarios poliquísticos; condición médica que implica tener desvalanceadas las hormonas y no poder largar los óvulos bien y que se terminen enquistando ahí, haciendose pelotitas milimétricas que joden porque puede todo esto derivar en una diabetes. No recuerdo bien cómo, sólo se el impacto de la información en mi psiquis cuando me lo dijo la endocrinóloga. Particularmente hoy me siento como la verga. La imágen no suena bien, si es posible que una imágen suene, pensando en que la verga es una parte más del cuerpo humano y porqué demonizarla. Aunque como soy torta, a veces así es como me parece que debería sonar. Falocentrismo y patriarcado. Podria pensar "pobre verga" pero la verdad que no. En fin, día sin fuerza en las piernas ni en la existencia para sonreir. Me ducho con agua fría para exorcizarme de la mala onda que no me permite sonreir. Salgo a buscar algún lugar con aire acondicionado porque no soporto lo pegajosa que me queda la ropa. Me meto al Ateneo, una librería que hace 10 años tenía unos silloncitos para sentarse a leer: ahora si no te comprás un café no te podés sentar, ni a leer ni a nada. Me parece sensatamente justo, debido a que es una librería comercial y no una biblioteca; aunque los libros deberían estar disponibles para todxs todo el tiempo y más allá de todo capitalismo líquido y abundante que nos inunda y nos ahoga. De cualquier modo me pongo a sacar libros y los empiezo a leer parada: no me van a echar. El aire acondicionado comienza a refrescarme los hombros y la cabeza por el pelo que aún tengo mojado. El Ateneo es de esas librerias enormes, con varias secciones bien separadas entre géneros literarios, con un sector para CDs, otro para vinilos, pasillos anchos para poder agacharse con tranquilidad a leer los titulos de los libros olvidados y comodidades que buscan las personas que buscan libros (excepto sillones). Algún día publicaré un libro y quedará olvidado en una libreria también, sueño mientras viajo la vista por el sector "Novelas". Voy directo al pasillo de "Ensayos". Me interesa particularmente el último libro de Alexandra Kohan, pero es tan nueva la edición que está plastificada y no puedo leer más que a contratapa. Pego la pupila del ojo a la tapa para fantasear que puedo hacerla transparente y leer su contenido. Lo dejo y sigo con otros títulos de psicoanalistas que me llaman la atención, alguno de Lacan, otro sobre el cuerpo y el psicoanálisis y uno que me saca de la ignomia: dinero y psicoanálisis no sé de qué chabón. Otro que quiere dar una receta para la abundancia, prejuzgo. Hace 6 años que soy analizante con la mejor analista del mundo y creo que el psicoanálisis tiene una clave real para la curación de las heridas del alma, muy argentino de mi parte. Me deslizo saboreando títulos hacia el sector de "Arte" y me pongo a leer el Manifiesto surrealista de Bretón: una reedición que él mismo hizo en el 29. Sin darme cuenta ya voy por la página 40 (sí, hace rato que estoy parada con el librito en las manos) y de repente un perfume. Giro la cabeza y cabellera abundante, larga hasta la cintura, buenas pantorrillas y andar suelto. Falda, boslito cruzado morral y musculosa. La observo un momento y se va para el lado esotérico. Intento seguir con la lectura, volver al manifiesto este que estaba leyendo, que justo estaba hablando de la importancia de la libertad y de su búsqueda y que en el año 2025 está tan violada y abusada la palabra, pero ya no puedo. Desde ese volver al libro, girar la cabeza, desde ese pensamiento todo fue súbito: gritos, no entiendo nada, se cae el techo, se rompen los vidrios, fuegos salen por la grieta en la que se convirtió la calle, más gritos, me empujan, boca abierta, el librito se me cae, la esotérica pelilarga me mira con espanto, levanto los hombros en señal de no saber lo que pasa, creo que cree que no me importa, sale corriendo. Con razón hacia tanto calor, pensé. Era el fin del mundo. Al menos es súbito y no la cocción lenta dentro del calentamiento global en el que se estaba transformando. Me escondí en el baño y de paso hice pis. Si hubiera escapatoria igual hoy no la quiero, la peor menstruación de mi irrelevante vida.

    Rocío Giménez Ferradás

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