venganza

No vuelves por placer, vuelves por maldad,

como el humo de un cigarrillo que se cuela en la habitación cerrada,

una y otra vez, sigiloso, como la sombra del gato que merodea en los tejados,

despertando lo que quise dejar dormido en los recovecos del alma.

Tus pasos resuenan en el pasillo,

una voz que se estira y se enrosca,

cada vez más cerca, cada vez más real,

un juego macabro de luces y sombras.

No vuelves por placer, vuelves por maldad,

una grieta en el tiempo, un desajuste en el reloj,

la cuchillada invisible que me mantiene despierta,

la certeza de que el monstruo en el armario no es una ilusión.

Tus ojos, espejos rotos,

reflejan fragmentos de promesas incumplidas,

tu sonrisa, un acertijo de labios torcidos,

una trampa sutil en la que caigo sin remedio.

No vuelves por amor, vuelves por venganza,

una revancha tácita, un desencuentro perpetuo,

cada palabra tuya es una pieza más en el rompecabezas,

cada mirada, un paso más hacia el abismo.

Y aquí estamos, en esta danza infernal,

yo, tratando de descifrar tus enigmas,

tú, disfrutando del caos que siembras,

un tango de sombras y luces, de idas y vueltas.

No vuelves por placer, vuelves por maldad,

y en ese regreso, desdibujas las fronteras,

entre lo que somos y lo que tememos ser,

entre lo que fuimos y lo que nunca seremos.