Veneno

1.

Me gusta caminar por las calles de adoquines linderas a las vías y a los viejos galpones oxidados que cubren el río y las islas. La casa de la abuela parece un triste mausoleo absurdamente enorme e inaccesible; muchas viviendas de la zona lucen así, como si el tiempo se hubiera detenido abruptamente un domingo de hace veinte años. En el resto de la ciudad los edificios emergen como hongos después de la lluvia.

La nostalgia es un veneno indoloro que forma un vacío en el alma, lo veo en los rostros de los lugareños. Me recomendaron que no me demorara más de media hora pero yo di mis primeros pasos acá, en una casa que ya no existe y de la que solo recuerdo el agua cubriéndome los pies por la crecida y una rendija de desagüe ahogándose.

2.

Quizás el vacío sea insaciable pero con el tiempo uno aprende a convivir con él o se deja devorar. La abuela utilizaba un galpón para guardar recipientes variados, como frascos de mermelada y aceitunas, potes de yogurt y helado, latas de cacao y de leche en polvo. No tenía permitido el ingreso pero me las ingeniaba para burlar su constante vigilancia y visitar el lugar como si se tratara de un museo. Su excusa era que podían ser útiles el día de mañana para tareas escolares pero nunca los cedía; comenzó por la alacena y otros muebles de la cocina, y cuando ya no había espacio disponible fue necesario buscar uno más amplio.

Era muy chico entonces para comprenderlo, ahora sé que en realidad no coleccionaba envases de alimentos, sino pequeñas muestras de vacío que ella misma se extraía sin anestesia.

El acto de escribir se asemeja a aquella actividad que la abuela realizaba casi en secreto: una hoja en blanco representa el vacío del autor por eso se siente tan bien poner palabras en ella. Escribir es salvar del vacío nuestros sentimientos y pensamientos más urgentes.