¡¡qué pocas defensas tenía!
de pocas experiencias había
las palabras con confianza
la distancia sinhablada
el silencio condicionado
el olvido refulgente
como una olla de agua caliente.
La inexperiencia
un goce de otros
ojos cerrados al calor.
Un beneficio de la debilidad
el suplicio
todas las defensas derroidas,
con tener que volver todos los días
acorraladas por el muro de los traumas
y el miedo al saludo del sustento
y tener que volver a la casa,
hasta acá llega el ahorro de vida.
Nadie nunca vió un esfuerzo tan insano
una tan poca percepción del maquivelico regalo
algodones en la jaula
miel que se volvía aguijón
una persona se volvìa objeto
regresando al sentimiento
una silla se volvió tabla
madera de un asado
sin preocupación
a fuego lento
obliagar a ascender
a descender, todo el tiempo
para seguir en el momento
al que siempre llegaba tarde
al arrebatar la cabeza,
desprendida del cuerpo.
Ultrajar todo adentro
irradiando fuera,
un amor en el gesto.
Convertir en una cosa
en el huracán de tormentos
interior creado.

Oda a lo peor
Lo que termina con todo y todo lo termina. Salvo el cuerpo, reemplazado por una bolsa de boxeo. Todo lo que toca, le saca lo que sirve y tira en un cuerpo muerto, hasta que termina
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