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mi mamá quedó fascinada con Europa desde que se fue a Francia,

allá no vió calles hambrientas ni vulgaridad de las mujeres que atienden en las tiendas,

allá todos irían de blanco y no mirarían (o no querrían aparentar ver) a nadie porque viven bailando sobre sus propios pasos, allá todos fumarán cigarro y estarán flacos, y serán blancos conversando de filosofía

quizá allá mi mamá podría encontrar la felicidad del silencio apatriótico, allá deletraría F-R-A-N-C-I-A añorando las vistas del café caliente y el humo no presente de limpísimos carros, y yo la amaré igual porque mucho la amo, porque la gente no es mala y ella adora sus paredes blancas, el oro en los techos y los jardines rebosantes de flores

pero yo me quedo acá con el corazón marchitando,

saliendo veo a la gente bailar sin excusas, las calles hechas basura con cera de vela, con niños corriendo prendidos candela, deseos que de verdad creo que alcanzan a Dios,

acá no sé si el futuro es mejor, viviré tal vez para ver más presidentes derrumbados por ser hijos de otros hijos de creyentes fieles de que este país en cuatro años se arregla, quieren limpiar la basura de las calles y quitarle la ropa, lavarles la cara a la gente sin hogar y que ya no se vean para quedar como los gringos, su regocijo ejemplar, pero siguen sin saludar, imitan lo de allá, no miran a nadie en la calle, hacen campaña con lo que dice que escuchó el que dice que le dijeron el que dice que vió, tienen las ventanas subidas, andan acorazados y por eso no pintan a nadie con su color de piel real, no se van con el país a dormir, no tienen amantes,

acá lo que hay es un sol en todas partes, hasta donde no pega, grita alguien, se enciende una fiesta, se riega gaseosa y se bota en el piso la cerveza que se sirve en vaso, para que haya luz en el mar arriba negrl la gente se quema las manos, para que tú estés cómodo hasta al vecino se le sacan sillas, nunca falta la comida aunque las preocupaciones sobren, los niños se van de jeta y solos se levantan, andan de colores, no arrumasados en beige, y escupen y pegan, son creídos e insolentes, aún de abrazo saludan

yo vivo con la sien pegada al piso desde chiquita, deseando que el arte de las paredes se me haga tatuaje, queriendo andar aunque sea con miedo en la calle, sin ver vestidos de blanco y negro, pasarme el andén y gritarle a las motos, insultar al que se me cruce y llegar al bus con un buenos días, dar el asiento porque yo estoy joven, pegarme entre toda la gente que ya quiere llegar a la casa, saludar a hijos y padres, hacer la comida y dejar los platos sin lavar hasta el almuerzo del otro día

yo no quiero Europa, ni busco a Nueva York, seguro viviré más quieta, permaneceré más sola, eso que es fruto de mis mejores canciones y mis más honestas verdades; pero qué soy yo si no escucho a la gente gritar de desamores ajenos madreando a que todos escuchen y pego el ojo por la ventana, no existo en un piso callado, si no es de mi casa afuera siempre hay música, si no es en mi casa afuera siempre pasa alguien que canta, estando allá convertiré la moneda al peso y aunque ya no pise mi tierra me voy a quejar de cómo está todo de caro y cuando vaya a comer fruta me diré qué pobres gringos que viven en tierras donde ni el amor quiere florecer porque allá crecen todos obligados.

me sé la lengua bruta de la que casi nunca hablo porque no pienso perder las palabras de mi casa, me quiero maquillar de colores para combinar con las fruterías con nombres raros; sé que no lo expreso muy bien pero aquí tienen vida las caras de los niños, aquí se recuerda vivo o muerto, bueno o malo a todo el mundo, aquí se cuentan historias con y sin tapujos, la ropa sucia se lava en la casa pero con qué se ensució siempre se sabe, la gente llora borracha y se amanece en las calles, se pelean en los bares y se levantan al otro día con la mamá desayunándolos con sopa o sirviéndoles antes más cerveza para que se les pase el resabio, acá en este lado mi mamá se ríe duro y mi papá habla gritando, los muchachitos comen bueno y uno les dice que no se atraviesen la calle, acá uno habla con gente que nunca ha visto, uno hasta dice sus más profundos miedos y cuando le piden plata en los andenes a la gente se le dice gracias si uno no tiene,

mi casa es un país ilógico, en todos lados la gente se atraviesa y compra mango y uchuva de gente que no se ha lavado las manos, uno presta ropa a los niños que se duermen en dos sillas de plástico sabiendo que nunca se la van a devolver, uno de muchacho se tira en el piso a conversar y sale así todo esté embarrado a jugar, aquí la gente reza y todavía comete el pecado, mujeres hablan mal de otras pero siempre les tienden la mano, a los chóferes se les grita cuando alguien se demora en bajar aunque anden todos de afán, nunca se dice nada cuando se cuela un señor sin pagar o se agarran del bus con los pies al aire mientras va por la calle con carros pitando a toda, en este país todo el mundo insulta y hay parques a los que no se va porque allá huele mucho a marihuana y roban, uno siempre va acompañado o peregrinando con un gran amor en la mente y puede contar con la historia perpetua de andar a la clínica y que se demoren seis meses en atenderte, en mi casa se recibe a un vecino, a un amante, al solitario, al religioso y al malintencionado, al de grandes ideas que con el almuerzo toma vino, también al que se trasnocha estudiando y trabajando y solo necesita tirarse a un sofá a mirar el techo y charlar fingiendo que no se muere de hambre, acá los antejardines tienen matas antiquísimas y hasta les tienen nombre y cuando alguna se marchita fue que alguien las miró mal, las familias tienen cuentos de miles de perros, de hijos traicioneros y orgullos ejemplares; y cuando a mí me cuentan cualquiera de esos yo no pienso en otro país que no sea este, no sueño en otra lengua que no me sepa a dulce como la mía, no me imagino prendiendo velitas y dejando la cera en las calles de España, no me veo viviendo en una vereda verdísima saliendo arreglada a comprar mercado en bicicleta. es diciembre, en este país es inevitable, no importa qué tanto gringo se meta, no enternecer el corazón y dejarse las manos sucias hasta tarde de sentarse en el piso, coger platos de la familia, abrazar a los niños y perdonar a los padres, es imposible en este mes fingir que el hombre vive sin amor y sin patria, decir que uno no añora estar en su casa, es grosería y transgresión, no prender una vela que queme con la fuerza de miles de nombres, este país es Macondo, acá no se muere nadie, todos vivimos encendidos para siempre, no es realismo mágico, es que así suena la pólvora en nuestra sucursal, que para mí realmente es el cielo.

Isabela Murgueitio Gómez

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