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Velando no volver a ver

Oct 12, 2025

27
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Desnudo. Bañándome. Ácido lisérgico malviaja entre mis piernas. Paredes cianes.

Apuñalo con los dedos, peleando con los límites de mi corporalidad. Arremango el cráneo para ver más profundo y pienso: “El cielo de Consti se ve esmaltado”, mirando la pequeña ventana del baño, a unos pasos, arriba, justo delante mío. Sale, pero no entra luz; solo la blanca del baño, diluida en arcoiris.

La toalla bruxa contra mi cuerpo: áspera y suave, como lengua de gato. El departamento no me pertenece; mis amigos se fueron a pegar opio. Dicen que pega piola. Es raro encontrar nota de heroína; me prometí probarla una sola vez, algún día.

Todavía en el portal del baño, la cabeza apoyada en el marco, cifrada en alemanes de trazo duro. Lágrimas de ácido se escapan por mis ojeras inflamadas, atrapadas en ellas: una pepa partida en dos, mitad en cada ojo.

Oculto mi cuerpo desnudo en negras telas, pienso en caldear. El espejo me frena. Borcejos. “Jocoso”, me río, y atraviesa mi cráneo como migraña, como caja de resonancia.

Tirado en el sillón. Las piernas torcidas sobre la cabecera. Con una expresión de éxtasis en el rostro. Me percato de la ausencia de mis cigarrillos. Solo recuerdo los rellanos. El resto es cinta borrada, un negativo de mí mismo en la penumbra.

Constitución nunca se había visto más marchitamente sublime. Camino, no siento mi cuerpo, llego hasta el kiosco, gasto la única plata que tengo en un paquete de tabaco negro y quince liyos: era un pack, 5.000 pesos por el conjunto completo, una oferta inolvidable. Vuelvo sobre mis pasos, armándome un cigarro, en modo frigio aumentado. Me doy cuenta, con una expresión de éxtasis en el rostro: había pasado ya como quince cuadras con la percepción alterada; no sabía ni dónde estaba ubicado, ni en espacio, ni en tiempo, ni siquiera ontológica o ideológicamente.

Quince añitos. Quince añitos tenía.

Seguí caminando esta vez sintiendo el peso de mi cuerpo gravitar al cuerpo esferoide que era una plaza mal iluminada. Llegué y me senté en un banco de hormigón, sin respaldo. Me tire sobre el hormigón y mire al cielo contaminado de luz qué dejaba escapar lucecitas colgantes. Estrellas. Recuerdos de algo que podía ser.

Ahí, tirado en la plaza. Con una vela en los labios. Fumando para no esfumarme.

Sintiéndome desnudo. Bañado en luces. Ácido lisérgico malviaja entre mis ojeras:

Velando, no volver a ver.

Cian ciro valiente

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