La luz azul de las pantallas.
Tu voz absurda, el "no te vayas",
pero yo ya estoy más allá.
Más allá de tu recuerdo,
no hay nada que olvidar.
Más allá de los sueños,
les escupo al despertar.
Y pienso en vos todos los días,
pero no me queda qué añorar.
No sé qué hiciste con lo que creí que eras.
Probablemente era todo mío,
la voz que dobla mi pensamiento intrusivo,
los ojos que observan,
tus sucios oídos,
que hoy quieren saberlo todo
pero ayer subías la música
para no tener que charlar.
Ay, veinticinco, qué edad.
Qué suerte que te saqué de mi vida
antes de desarrollar mi lóbulo frontal.
Qué suerte que no me puedas ver brillar
en el mismo campo de tus sermones
(la semilla, el plantín, los limones)
y que no podés usar mi nombre
para sentir orgullo alguno.
Pero a los treinta seré otra,
probablemente no me reconozcas,
¿seguirás soñando conmigo?
A los cuarenta no pienso darte bola.
Lavaré los platos escuchando un podcast,
no pensándote como ahora,
no escribiéndote en mi prosa,
sino libre, libre en serio,
porque yo sí que confío en el tiempo
para poderte olvidar.
Y a tus sesenta serás otro,
probablemente no te reconozca
y no pienso dedicarte un sueño más.
Y a tus setenta estarás, quién sabe,
igual de bien que ahora.
Ojalá que sí, que seas tan feliz,
que el principio de mes no te recuerde a mí,
que los domingos solo sean el fin
de la semana
y que ni me pienses escribir.
Sofia Grigorjev
"Ilusa, boba, romántica. Libriana incomprendida, eterna enamorada. Alma inocente con mente afilada." Escribo desde los 12. Llegando al 1/4 de siglo, escribir es igual a respirar.
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