Vasos de papel

En la Yuma, todos los cafés se envasan en vasos de papel.

Al terminar de escribir la oración anterior, caigo en la cuenta de que solo ahora, viviendo aquí, me refiero al lugar como “la Yuma”. Antes, era de los que detestaba con ganas esa expresión y todo lo que significaba.

Supongo que estoy asimilando, muy a mi pesar, la cultura local.

Me han levantado temprano para trabajar en una tienda de perfumes, de 12 a 9:30 de la noche. Luego, me han llamado a las 11 para preguntarme si puedo entrar a las 2, y más tarde me han dicho que realmente no compra ni Dios, que mejor no vaya.

Honestamente, ni a ponerme bravo me ha dado tiempo.

He pasado las últimas 4 horas y media paseando por el mall, probándome ropa que no voy a comprar, ya que no puedo seguir gastando, si quiero comprarme un carro, todo con una alegría que no he sentido ni siquiera el día de mi cumpleaños.

Definitivamente, no me gusta trabajar en un ambiente tóxico.

Entonces, vengo aquí y pido un café, que me sirven con gusto después de pagar 1,50 más los 15 centavos del Tío Sam. (No existe cosa ni actividad por la cual mi tío no reciba su tajada.)

Mientras espero el Uber (mi madre), pienso en lo que afecta al sabor de un buen café como este: que te lo sirvan en esta porquería de vaso con tapa.

Muy ecológico y todo, pero, en resumidas cuentas, es una mierda.

El café se hizo para tomarlo en tazas de porcelana blanca, con su asa firme y el dedo meñique levantado, como aparecen los personajes trajeados y perfumaos del cine.

Cierro los ojos e imagino que estoy en un lugar feliz… un sitio con costas, que mira al Mediterráneo.

¿Santorini o Sicilia?

Alguien se acerca y me dice: “Si ya consumió, debe irse, consorte, hay dos viejas esperando para sentarse”.

Con amargura, suspiro y me paro.

Finalmente, pienso: uno se cansa de soñar todos los días y no despertarse en Italia.

Mario, pero no Hernández.

Diciembre de 2024.