Sin prisa, caminaron juntos bajo la caricia tibia de la vida. No prometieron eternidades, ni demostraciones de amor imposibles. Solo se miraron, como quien reconoce un amor que, contra todo pronóstico, había esperado en silencio.
Volvieron a elegirse. No por nostalgia, sino porque algo en ellos aún sabía amar al otro, esta vez con menos prisas, menos ilusiones ciegas y más verdad. Fueron compañía cuando más lo necesitaron, abrigo en días de frío, puerto en medio de mares salvajes. No siempre fue fácil, pero fue real, y eso bastó para intentarlo. A veces la vida no pide certezas, solo un poco de valentía.
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