al final del día, era verme sin realmente hacerlo.
facciones, tan similares a las que en casa hallaba, resultándome foráneas a medida sus voces se alzaban en un idioma que sabía a casa, a confianza. a mañanas recorriendo los pastales por la provincia al visitar a mi abuela durante las vacaciones de verano.
sabores que siempre procuré encontrar entre la gastronomía de un sitio que jamás me aceptó por completo, el peso de mi pasaporte y las curvas en mi acento demasiado para ellos.
volver a casa no es volver a casa, aún así.
la ropa me queda chica aquí.
el aire me sofoca, ni hablar del calor que ya no abraza sino abruma.
y, cuando cruce las fronteras y de repente deba hablar otro idioma, ¿volveré a extrañar lo que fui alguna vez allá?
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