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Vacaciones en copahue

mila

Oct 1, 2024

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El viaje arrancó con la alegría y el entusiasmo que espera un grupo de amigos de toda la vida, en busca de unas vacaciones inolvidables. Bruno había encontrado una oferta increíble en internet para pasar un fin de semana en Copahue, un pueblito en la provincia de Neuquén, conocido por sus termas y paisajes .

El alquiler de una vieja casona, a un precio irrisorio, parecía el plan perfecto para escapar de la ciudad unos días y Laura, Fabián, Martha, y Nicolás aceptaron la invitación y hacia allí partieron.

Al llegar, no les importó que el lugar estuviera deteriorado y casi abandonado, porque el paisaje cordillerano era increíble y la emoción de estar juntos, le ganaba a todo.

Copahue es un lugar mágico, aunque poco conocido por quienes no conocen la cordillera. El pequeño pueblo parecía detenido en el tiempo: las calles de tierra, marcadas por el paso de vehículos y caballos serpenteaban entre casitas bajas de madera oscura, con techos inclinados como para resistir las nevadas intensas del invierno. Las chimeneas, siempre humeando, le daban al aire un olor particular, una mezcla de leña, al sabor del azufre proveniente de las termas.

Las montañas, imponentes, rodeaban el pueblo como una fortaleza natural, mientras el viento fresco de la cordillera, cortaba el aire con una suavidad engañosa. Copahue era pequeño, pero parecía que el peso de su historia cargaba al ambiente de algo más violento el frío de la montaña.

La primera noche fue tranquila, estaban cansados por el viaje y entre cervezas, charlas, una pequeña recorrida por el pueblo para ir a cenar y el aire fresco de la montaña, hizo que se acuesten temprano.

—¿No sienten un olor raro?

—¿olor a que?

—como a podrido

—No, no olemos nada. — Respondió Nicolás entre dormido

Ninguno le dio mayor importancia a la pregunta de Bruno, que fue el único que notó que algo no encajaba. Mientras dormían, el aire se puso más rancio, denso, como con olor a muerte.

Esa misma noche, comenzaron los asesinatos y Bruno, el único que había visto algo raro, fue el primero.

A la mitad de la noche, se levantó para ir al baño. El pasillo estaba oscuro, iluminado apenas por la luz de la luna que se colaba entre las montañas, por una ventana sucia y rota. Cuando regresaba a su cama, sintió una presencia que lo heló. Creyó que era solo una corriente de aire, pero entonces vió en la esquina del pasillo, una figura alta y flaca. No sabía si era real o no, pero lo observaba. Tenía el rostro distorsionado, como si la piel estuviera mal pegada, y una sonrisa grotesca que lo tensó.

Bruno intentó correr, pero la figura se movió a una velocidad inhumana y lo agarró del cuello sin darle tiempo a reaccionar. Lo arrastró hacia el sótano, mientras las uñas de Bruno se clavaban en la madera del piso, tratando inútilmente de frenar a esa bestia. El espectro lo tiró contra la pared con una fuerza descomunal.

— Bienvenido a mi banquete — Susurró la figura, y su voz sonó como un eco.

Era el fantasma de Hernán Torres, el primer morador de la casa, que según contaba la leyenda, luego de morir de frío, fue comido por sus compañeros, atrapados en la casa junto a él, por la inclemencia del invierno en la Cordillera.

El espectro, comenzó a arrancarle la piel a Bruno con las manos. Lo despellejó lentamente, saboreando cada grito de dolor y no lo mató enseguida, lo dejó colgando en el sótano, como una masa de carne viva, mientras el terror lo consumía.

Al otro día, cuando los amigos se despertaron, notaron que Bruno no estaba en su habitación. Al principio no le dieron demasiada importancia, pensaron que quizás había salido temprano al pueblo.

Bajaron juntos, y al caminar por el sendero arbolado, notaron que los vecinos los miraban de reojo, con lástima, como si supieran algo que ellos no.

Llegando a la plaza, una mujer mayor, vieja y con piel curtida por el sol de la montaña, levantó su mano para que la vieran, se acercó a Martha y le habló en voz baja, pausada.

— Tené cuidado con la casa, nena. Esa es la casa de Hernán Torres.

— ¿Quién es Hernán Torres?

— Hernán Torres, es el canibal

— ¿Ahí vive un caníbal?

— Vivió hace muchos años, ahora solo quedó su fantasma

Martha soltó una carcajada despreocupada y después una risotada que asustó a la anciana y siguió caminando por el bosque de araucarias a contarle a sus compañeros.

— Che, ¿Saben lo que me dijo una mujer? Que la casa donde vivimos, es de un tal Hernán, que es un caníbal. ¡Ay, no saben, parece que se comió a todos los turistas que pasarón por ahí, y ahora nosotros seríamos el postre! — Bromeó Martha, divertida y con sarcasmo, con la misma carcajada con la despidió a la vieja..

Nicolás, Laura y Fabián se miraron, incómodos, porque aunque Martha se lo tomaba con gracia, ellos no. La advertencia les había puesto la piel de gallina, porque la asociaron a la desaparición de Bruno y una sensación de intranquilidad se apoderó de ellos.

— ¿Y si lo que dijo la anciana es verdad?

Preguntó Fabián, rompiendo el silencio con la voz temblorosa.

— Dale, no seas paranoico — Nicolás cruzó los brazos.

— ¡ No es paranoia! Bruno sintió ese olor a podrido… algo raro puede estar pasando- interrumpió Fabián.

— ¿Olor a podrido? — Marta frunció el ceño, recordando la pregunta de Bruno la primera noche — . Para, ahora que lo decís…tenés razón, le dijo a Fabián.

— ¡Por eso te digo! algo raro está pasando. No lo podemos ignorar, no nos olvidemos que Bruno desapareció — insistió Fabián, ya con la mirada más intensa.

— Ay, chicos, ¡no me digan que se están creyendo todo esto! — dijo Laura, riéndose, tratando de quitarle peso al asunto —. Es todo un invento de la vieja, Bruno se fue a dar una vuelta y ya va a venir, no hay que volverse locos.

— Laura, primero el olor, Bruno desaparecido, y encima esta historia del caníbal… — dijo Marta, gesticulando nerviosa — No es normal, a mi no me cierra.

— Marti, no te pongas así., acordate que siempre hay una explicación lógica para todo. Podría ser el olor de esta casa vieja. — dijo Laura tratando de calmar a su amiga. — No te dejes llevar por fantasmas que no existen.

— Pero…¿Y si no es un cuento? — dijo Nicolás, con la duda en su voz

— — ¡Ay, Nicolás! ¿Vos también?. ¡Mirá qué es contagioso el miedo ! — bromeó Laura, sonriendo — Chicos, no va a pasar nada, de verdad, se los prometo. Lo único raro acá es que no nos estamos divirtiendo y estamos sugestionados por una vieja loca que quiere asustarnos porque somos de Buenos Aires.

Fabián la miró sin entenderla y apretó los puños, frustrado, Nicolás guardó silencio y mientras pensaba en el olor a podrido y en la pregunta de Bruno. Marta se acercó a la ventana y miró el paisaje blanco.

- Chicos, ¿preparo unos tragos ? - dijo Laura, tratando de quitarle presión al asunto, aunque por dentro también sentía que algo extraño rodeaba el ambiente.

Esa noche, Martha se despertó porque sintió una presencia, creyó que estaba soñando, pero al abrir los ojos vió algo que la paralizó. Frente a ella estaba Bruno, o lo que quedaba de él,con la piel colgando de su rostro, y los ojos vacíos que la miraban como una súplica silenciosa.

— Martha… ayudame — Murmuró, Bruno, apenas audible.

Martha gritó y Bruno se lanzó sobre ella con las manos ensangrentadas hacia su cuello. Mientras forcejeaban, Martha vio al fantasma en la habitación. Hernán estaba allí, observándola con su sonrisa torcida.

— Yo soy el que elige, dijo Hernán, y apartó a Bruno con violencia, quien cayó al suelo, como un muñeco roto.

Hernán la arrastró fuera de la cama, riendo, mientras ella luchaba inútilmente. Con una lentitud que parecía intencional, el espectro le arrancó la lengua, asegurándose de que ya no grite.

— ¿Vos te burlabas? ¿No creías en mí?- Acá estoy, un gusto conocerte.

Después cortó sus extremidades, un miembro a la vez, como disfrutando de cada uno de los pedazos de carne que caían al piso.

— Que miedo rico, no tenés idea de lo rico que es tu miedo y ni que hablar de tus gritos. Son un placer que jamás entenderías.

Los gritos sofocados de Martha se apagaron lentamente, dejando su cuerpo reducido a una masa irreconocible y una muestra grotesca de la crueldad de Hernán.

Laura, Fabián y Nicolás, escucharon los gritos y corrieron hacia la habitación armados con cuchillos, desesperados, muertos de miedo y dispuestos a todo con tal de defender a su amiga. La escena que encontraron al abrir la puerta, los dejó en shock.

Martha yacía destrozada en el suelo, como una bola inerte de carne roja y Hernán comía pedazos de ella.

— ¡Te voy a matar!— Gritó Nicolás, lanzándose hacia el fantasma con un cuchillo en mano, pero la hoja atravesó el cuerpo como si fuera aire.

— ¡ No lo puede tocar! ¡Es un maldito fantasma! — Gritó Fabián, también atacando sin éxito.

Hernán soltó una carcajada mientras se desvanecía y aparecía en otro lugar de la pieza

— Patético… — Dijo burlón, y su voz resonó en toda la casa.

Aterrados y sin saber qué hacer, los tres amigos corrieron y se encerraron en la otra habitación, en silencio, tratando de procesar lo que acababa de ocurrir. Sabían que Hernán iría por ellos cuando un golpe seco resonó en la puerta, seguido por una risa espeluznante.

— ¡Nos va a matar a todos! — Gritó Nicolás, tratando de trabar la puerta con una silla.

— ¡No podemos quedarnos acá, tenemos que pelear!

Fabián empezaba a sentir la adrenalina recorrer su cuerpo, sus ojos estaban atentos al forcejeo de la puerta.

— ¡Pero no lo podemos tocar! — Dijo Laura, con lágrimas en los ojos, temblando.

A pesar de saber que las armas no servían, Fabián tomó de nuevo el cuchillo de cocina. decidido a hacer lo imposible. Laura y Nicolás lo imitaron y cuando Hernán rompió la puerta, lo atacaron al unísono, pero, como antes, las armas traspasaban su cuerpo, como si fuera humo.

— ¿De verdad creyeron que podían lastimarme? — Se burló Hernán, y agarró a Fabián por el cuello, lo levantó en el aire y el cuchillo cayó al suelo.

Nicolás se abalanzó sobre Hernán, pero fue inutil. El espectro lo miró sonriente, y frente a su cara de espanto, le rompió el cuello a su amigo. Fabian cayó como un muñeco al que le cortan la cabeza.

Hernán atravesó a Laura y Nicolás con una sonrisa macabra, y los congeló de terror, aunque Nicolás intentó en un último esfuerzo atacarlo, pero el espectro atravesó el puño cerrado en su pecho, arrancándole el corazón y llevándoselo a la boca.

Laura, ya sin esperanza, quiso correr, pero el miedo la dominó y no pudo levantarse.

— Te dejé para el final. Los últimos bocados siempre son los más dulces — Susurró Hernán, disfrutando el momento.

Laura intentó gritar, pero antes de que pudiera hacerlo, Hernán la agarró de la garganta y con una lentitud cruel, le arrancó la piel del rostro mientras la mantenía viva , degustando cada grito ahogado de su víctima..

Pero Hernán no había terminado, no iba a desperdiciar el banquete que había preparado.

Comenzó por Martha, despellejando lo que quedaba de ella con una precisión macabra. Después fue Nicolás, cuya cabeza separó de su cuerpo antes de devorar la carne de su cráneo. Los cuerpos de Fabián y Bruno fueron despedazados, y sus órganos esparcidos por el suelo mientras Hernán comía con calma, como un animal que saborea cada bocado.

Cuando terminó, la casa quedó en silencio, cubierta de sangre y restos humanos. Hernán, satisfecho, comenzó a desvanecerse.

El sol salió, pero los vecinos sabían lo que había ocurrido, porque siempre ocurría lo mismo en esa casa. Nadie se acercó. Y mientras Hernán desaparecía en las sombras, la casa se preparaba para recibir nuevos inquilinos.

mila

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