Cuentan las malas lenguas una leyenda que se esparce más rápido que cualquier epidemia vivida. El tiempo es indefinido para aquella leyenda, según dicen, viene de la época de rosas:
Existió una vaca particular que siempre iba sin seguir al ganado, sus ojos estaban impregnados en un impactante color claro, casi como si aquella vista quisiera demostrar conciencia. Un día, uno de los carniceros tuvo que asesinar aquella vaca de ojos blancos en la semana de cuaresma: la ternera apareció colgada en unos de los ganchos de carniceros teniendo aquellos espantosos ojos blancos abiertos. Era como si aún estuviese viva, casi viva. Unos de los primeros carniceros que se preocupó por aquello fue también uno de los primeros en comenzar a carnear al ternero con un par de hombres que lo ayudaban a tener a semejante cuerpo, en aquella aventura de cortar y descuartizar al animal, los carniceros vieron de cerca los ojos de la vaca: por momentos se quedaron quieto sin terminar de clavar su cuchillo, momento que dieron para hacer bromas de lo que estaban haciendo, pero era como si hubiesen pescado un temor por la sangre. Aquel día tuvieron que dejar el cuchillo plantado en el animal y volver a sus casas, era como si hubiesen perdido la conciencia, perdidos, algo les arrebataron cuando carneaban al animal. Al otro día estos carniceros no volvieron a trabajar, el primero que intento carnear a la vaca estaba colgado en uno de los ganchos de carniceros que tanto se muestran en el matadero, los otros tipos no se sabía nada de ellos. Algunos dicen que también se suicidaron, pero en el campo, aún al día sus cuerpos no se encontraron.
Bueno ¿para qué cuento toda esta historia de abuelo? Es para tener en cuenta lo que sucedió aquella vez. El sol moría a las 19 de la tarde, desde el colectivo podía ver como lentamente se escondía en el oeste, ahí fue cuando pasó uno de esos camiones de ganados que van directos al matadero, aquel olor espantoso inundó el colectivo, una de las pasajeras se levantó para cerrar la ventana que permitía aquella ventilación mal aceptada. Ahí fue cuando perdió la razón, cruzó la mirada con uno de los animales: primero el animal quiso reventar el camión con su cabeza, teniendo éxito, pero siendo una de las únicas que escapó de aquella muerte, mientras tanto, la mujer quedó inconsciente viendo aquella escena, tembló y de su nariz un charco de sangre cubrió la mitad de su rostro con ese oscuro rojizo líquido. Luego de un rato volteó a verme e intentó atacarme, se lanzó y con sus uñas intentó tomarme del rostro y hacerme verla desde más cerca, intenté defenderme, pero sus uñas me tomaban fuertemente del rostro, estaba a punto de hacerme verla hasta que el colectivo dio un freno de golpe que hizo caer a la mujer y pueda tomar ventaja para salir. Me persiguió por cuadras, eso ya no era una persona normal, se movía mórbidamente como si no supiera caminar: me caí y se lanzó de vuelta para tomarme el rostro, pero esta vez puede tomar uno de los cascotes tirados en el piso y golpear su cabeza hasta que no pueda moverse más; borrosamente, pude ver como sus ojos aún se podían mover después de aquellos golpes, me aparté y me fui.
- Así que ¿mataste a aquella mujer por una vaca? –. El policía sentado en su asiento oyéndome por ratos mientras él tomaba mates y comía bizcochitos.
- Bueno, sí, pero no fue intencional ¿no ves estos rasguños? –. Movía mi rostro, desde mi asiento sin poder mover mucho mis brazos por estar esposado, mostrando aquellos rasguños desesperantes que me había hecho.
- la mujer apareció asesinada, por lo que sus familiares dijeron nunca tuvo ningún brote psicótico o, mínimamente, te conocía –. El otro oficial acotaba desde la puerta de salida. – además, por lo que se demostró en la autopsia, ella ni siquiera demostraba rasgos de violencia, era como si fuese atacada en el piso –.
- pero no soy un asesino, yo la vi caminar, me perseguía continuamente, hasta el día de hoy temo que vuelva a pasar –. Mis manos sudaban, era el colmo, me sentía acusado de algo que claramente vi en carne propia como aquel cuerpo me atacaba.
- y, no sé pibe, mira que diciendo que la mataste te pueden reducir la condena, tampoco es para tanto, un buen abogado hasta puede hacerte pasar pocos años –. Arrogantemente el oficial que estaba enfrente mío decía sin dejar de devorar los bizcochitos.
Movía mis brazos intentando huir, era casi imposible, pero pude salir de la comisaría sin que puedan agarrarme. El camino era oscuro, los pasos se escuchaban pesados, era como si no hubiese más asfalto y hubiese otro acompañante al lado mío, el espantoso olor a vaca volvió a sentirse haciéndome correr aún más, de fondo las luces y ruido de los patrulleros acercándose me ponían en trance, me metí a uno de los edificios viejos que estaban allí; el lugar se notaba que llevaba un deterioro del tiempo, y desde adentro era el escenario perfecto de película de terror. A penas entré vi un cuerpo colgado, por momentos, pensé que era alguien que se había ahorcado, pero luego de estar un tiempo viéndolo, aquel tipo no estaba sobre una cuerda, era un gancho que atravesaba su nuca hasta el otro extremo del cuello. Ahí fue cuando la encontré, estaba la vaca de ojos blancos, aun intacta, colgando del gancho de carnicero oxidado pero resistente; la sangre seca en su cuerpo, y el cuchillo clavado era el escenario de la leyenda. Tomé el cuchillo, no pensé muy bien que sucedería, al instante el ternero cayó al piso haciendo un ruido retumbante, pude ver como las luces de la patrulla iluminaban el edificio, pero estaba impactado: el animal pasó de estar intacto a descomponerse rápidamente en mis pies, pero algo de él quedó, aquellos espantosos ojos blancos nunca se fueron. Inconscientemente los vi, ya que era lo único que aquel animal había dejado en el suelo, desde ese momento lo entendí: vi miles de vidas a través de aquellos ojos, era un reloj de arena, y cada grano era un alma que te veía agonizante bajar hasta dejar espacios vacíos que determinaban el tiempo indefinido del animal; era algo precioso la verdad, jugar con aquellos ojos te daban un trance hermoso que no te dejaba volver a la realidad.
Los policías habían entrado al lugar, vieron al tipo obsesionado por los ojos y lanzaron fuego sin piedad ni juicio. El cuerpo cayó muerto sobre el esqueleto descompuesto del ternero, aquellos ojos que tanto apreciaba había desaparecido, nunca se encontraron. Según se cuenta, el muchacho sufría varios ataques esquizofrénicos, deliraba y sus leyendas eran un mundo que el creaba para entretenerse y estar cuerdo, en la morgue aún se encuentra su cuerpo, pasaron años y su cuerpo sigue intacto, como si durmiera con seis balas que atraviesan sus pulmones. Algo curioso, sus ojos se impregnaron de un color blanco, eso dicen, cada forense que lo revisó nunca volvió a la morgue.
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