No volví a escribir sobre él porque sentí que ya no me quedaban palabras que pronunciar. Solo le escribí una última carta y renuncié a mi amor.
Los días posteriores a su ausencia fueron como un ruido blanco, un zumbido constante que destilaba soledad y vacío. La vida siguió su rumbo normalmente, pero su falta siguió haciendo eco en mi mente y corazón.
Él ya no está, pero lo sigo viendo en todas partes: en los lentes, en los chocolates, en la primavera, en los licuados, en la música. A veces se me ocurren tantas cosas para contarle, pero luego me doy cuenta de que estoy sola. Él ya no es parte de mi vida.
Sé que va a llegar el día en el que ya no te piense, ni te vea en todas partes. Tampoco serás la primera persona que se me venga a la mente cada vez que tenga algo para contar. Sé que en algún momento te volverás solo un bonito recuerdo, y ya no habrá vacío, ni soledad, ni mi vida será un audio de ruido blanco.
Así que sé que voy a estar bien, pero hoy así me siento.
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