No sé cómo escribirle a una persona a la que apenas conozco su sombra.
En realidad, ni siquiera puedo entender por qué lo haría, pero este impulso es más fuerte que yo y no pide ningún permiso.
Quizás, el motivo real sea que, a comparación de otras noches, hoy tu energía no hace su presencia regular.
Hoy no te puedo sentir.
No puedo conectar con tu energía, y aunque lo intente aferrandome y canalizandote, se me escurre.
¿Estás huyendo de mi?
Creo que hoy no estamos en la misma frecuencia. No estás consciente, no me esperás, no me soñás ni me pensás. No me buscas ni en tus pensamientos, ni en tus silencios y muchos menos en mis redes. Simplemente: no te siento.
Pero aún así puedo presentir tu peso, tu malestar, tu tristeza acumulada de toda una semana.
Denso y espeso.
Como una luz que alguna vez brilló y ahora titila, apagándose de a poco,
como algo sin batería, que late apenas, en un último esfuerzo por seguir siendo, pero que ya no funciona más.
Quizás estás perdido en algún rincón cotidiano, rodeado de sonidos familiares o refugiado en un brillo de pantalla que te acompaña sin pedir nada.
¿Enserio no querés nada?
Solamente quería (necesito) decirte que espero que estés bien.
Sé que a veces no hablo con el tacto que debería, ni soy precisamente la mejor persona para entablar conversaciones sin romper algo en el proceso.
Simplemente soy así: como un huracán que se intensifica y arrasa con todo. No puedo arreglarlo.
Reacia, difícil, complicada, un poco amargada.
Lo suficientemente distante para que entiendas tu lugar, y que ese lugar es lejos de mí.
(¿De verdad lo es?)
Pero también debo admitir que, a veces, me gusta que te acerques.
Cuando intentás bordear y confrontar mis límites, como quién roza una llama sabiendo que puede quemarse.
Me gusta eso de vos. Hay algo en vos —en tu aura temblorosa, en esas inseguridades que te sobresalen de adentro de la piel— que me conmueve.
Me gusta este juego del gato y del ratón.
Y no tendría problema en seguir levantando barreras si eso significa que vos vas a venir, una y otra vez, a desarmarlas.
Acercándote.
Preguntando.
Metiendote en donde no debés —pero en el mejor de los sentidos.
En cierto punto, me gusta. Me generás entre ternura y compasión: dos cosas que no suelo sentir seguido y que si lo hago, son por razones totalmente humanas.
Nunca por un otro particular.
Nunca por un amigo.
Mucho menos por un varón.
Pero con vos es distinto.
No hay ninguna intención romántica en todo esto.
Solo necesito sacarme de encima lo que me pasa cuando pienso en vos, porque —aunque me cueste admitirlo— no termino de entenderlo.
Esta aparente curiosidad, de hambre por descifrar algo que, cada vez que creo llegar a captarlo; cambia de forma, se va, se esfuma.
Y, como dice el dicho, la curiosidad mató al gato.
Así que me mantengo en el borde, aún creyendo en los límites, pidiendole a Dios.
Pero la línea se desdibujó tanto que ya no sé quién soy ahí adentro, ni qué papel estoy jugando.
¿Soy el gato? ¿Soy el ratón?
¿O somos dos animales salvajes intentando alcanzarse sin saber cuál corre y cuál huye?
Siento mucha tristeza por las cosas que te pasan. Un peso que no entiendo cómo sostenés sin quebrarte.
¿Estás seguro de que podés? ¿De verdad creés que podés con todo eso que callás?
Tus palabras, desordenadas, pero demasiado ensayadas, nunca terminan de convencerme.
Y siento que necesitás —lo digo con cuidado— una compañía.
No alguien que te resuelva la vida, sino simplemente una presencia. Un “estoy acá”, porque yo también estuve en ese lugar.
¿Cuánto hace que no lo sentís (ni lo pedís) sin desconfiar?
Casi sueno maternal, y esa idea me repugna a mi misma, porque cuando digo que no soy de mostrar ese lado, lo digo en serio.
Ese instinto no aparece con nadie. Y aún así, parece haber algo en vos que lo provoca.
Hay algo en vos que me hace pensar que, en el fondo, sos un buen chico.
Un buen chico que no termina de creérselo, que se incomodaría si alguien se lo dijera en voz alta. Probablemente temblaría, como un cachorrito.
Y aun así, confieso que sería muy placentero repetírtelo hasta que te irritara, hasta ver cómo te sonrojás o desviás la mirada.
Son pocas las cosas que disfruto de verdad en esta vida, y esa sería una de ellas, sin duda alguna.
Intuyo que a vos también te gustaría que te lo dijera, de cerca, que te rozara el brazo, que desordenara tu pelo con una caricia casi tenue, o que simplemente te abrazara.
Estoy casi segura de que con tan poco te desharías sobre mi, como si algo dentro tuyo finalmente se aflojara.
"No te preocupes, yo te sostengo."
Serías vos quien terminaría buscándome, pidiéndome un poco más, aunque sea en silencio. Apuesto todo a qué solo bastaría eso para que te ahogues en tus propios pensamientos mientras te hundís sobre mi.
Hay en vos una necesidad de contacto que se siente casi física, un hambre de piel ajena, de calor.
¿Estarías dispuesto a acercarte? demasiado ansioso y contenido al mismo tiempo, intentando no romperte ni desbordarte.
Sé que te intriga saber cómo encajaría mi cuerpo con el tuyo, cómo se sentiría esa diferencia de altura, sentir mi respiración sobre la tuya.
Solo espero que no lo leas en un sentido que no corresponde. No tengo por qué fingir que no lo sé.
Yo sí te quiero abrazar, todos los días un poquito.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.


Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión