usted

ya van un par de días sin verle, amigo, dígame; ¿por qué se sienten como eternidades?

lo extraño, amigo, su palabra, sus ojos, su lengua que se apega a sus paletas, siempre que dice cierta cosa con cierto tono.

extraño sentirme ahogado por mi ansiedad, pero aún así, no querer irme. con usted, no me da tanto miedo el exterior, amigo. es valioso observar juntos al humano.

¿se da cuenta, moreno, de que cada vez que salimos, un suceso hermoso pasa? no es que sea uno que por su magnificencia todos puedan percibir, sino uno tan cotidiano, tan humano, tan real.

estuve fuera, y he esperado verlo en algún lugar, en algún momento. mis ojos lo buscaban sin yo saberlo, a la derecha no estaba, a la izquierda tampoco, mucho menos frente a mí. usted, todo lo hubiese hecho más llevadero.

¿cómo decirle eso?

¿cómo pedirle, que no se aparte de mí?

¿cómo encontrar la forma de apegarme a usted, y usted a mí

sin dañarnos, sin dañar a otro?

deseo como animal hambriento mirar sus manos, moreno... cuánto me gusta mirarlas, cuánto las deseo encima de mi rostro, de mi cuerpo... sólo un roce, sólo una tierna caricia, amigo. ¿podría usted darmela?

espero que su soledad no esté siendo un mártir, espero que su estómago esté satisfecho con comidas, espero que su casa no lo espante tanto, amigo, y si es así; invíteme para sentirnos cerquita, con la bendita palabra, con el cuerpo que mientras camina, va chocando, y no se aparta.

evitaré hablarle, moreno, no pueden ser estas ansías de tenerlo cerca. no pueden.

pero, cada vez que vaya destapando más partes suyas, aquí las escribiré. a usted lo descubro, mientras lo escribo. espero que su corazón, hoy tanto no haya sufrido.