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Uno tras otro.

Dolbach

Dec 18, 2024

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Uno tras otro.
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...

Más pasado que porvenir.

No sé si los que se fueron son más que los que se irán, pero sé que tras de mí se perderá la memoria de lo que fui como se han perdido las memorias de tantos que fueron antes que yo. Tarde o temprano será así, porque nada es eterno; ni siquiera la eternidad.

Escribo para saberme, para entender el mundo que me ha tocado vivir, y, quizás también, no estoy seguro, para que quede alguna ceniza del que cada día engarza estos collares de palabras.

Lo primero que se dijo fue, probablemente, un gruñido, una queja, quizás el reclamo de una cría pidiendo su ración de leche a una madre que no estaba atenta.

Escribir en una pared una mano manchada de barro, fue seguro un accidente. Desde ahí, los bisontes de Altamira, la Gioconda, las Meninas...

Un apunte de unas sumas, lo que se dio en pago en trigo, pudo ser el primer documento escrito; luego la tabla Narmer, Gilgamest, el Libro de los Muertos, El cantar de Mío Cid, Cien años de soledad, la factura de la luz...

Mi escribir es un bálsamo que me cura. Y, aunque no busque eso (creo), me agrada pensar que tras de la vida, de mí, quedará un tiempo mi decir, como Cervantes sigue hablando a quien lee lo que pensó y escribió en su estar vivo.

Pretencioso será, pero no pido nada con ello, ni molesto.

Si lees esto en el año dos mil trescientos, te saludo desde mi tiempo. ¿Qué tal todo? Me alegra que haya alguien todavía que pueda y sepa leer, tras tanto mal como los de mi generación y aledañas, hemos hecho.

Aprende de nosotros lo que no debe hacerse. Aunque, si estás ahí, es que lo habéis comprendido a tiempo.

Sed mejores que nos.

...

Unos días antes de la cosa.

-¿Y este año donde toca?

-Donde Hermes...

-¡No me jodas! Con lo cansino que se pone con su discursito. Y luego el menú... Todo a base de lenguas de animales

-Es lo que le da la gente en ofrenda. Peor es lo de Cristo, que nos da su cuerpo de cena y hay que beber su sangre.

-No, si ya. El caso es que cada año me viene más larga esta reunión de dioses.

-Son muchos siglos ya, Zaratustra.

-Ya te digo, Dionisio, ya te digo.

Cada 25 de diciembre, Hermes, Buda, Krishna, Horus, Heracles, Adonis, Dionisio, Zaratustra, Mithra, Tammuz y Cristo, se reúnen y celebran su cumpleaños.

A los dioses, que les gusta el solsticio de invierno más que a un tonto tener razón.

¡Ay, Señor!

...

El pobre músico de iglesia.

Arrugó el folio y lo tiró a la papelera. Aunque no fue un mal lanzamiento, el gurruño cayó al suelo. No cabía nada más en el enrejado receptáculo.

Otro amargo trago de güisqui, otro cigarrillo inútil.

Aquel encargo le estaba costando más de lo acostumbrado.

Salbario, Romeo Salbario, se sabía un buen músico con mala nota, que sobrevivía en una especie de sinfonía triste, con allegros breves y adagios demasiado largos. Era bueno, sí, y componía mejor que interpretaba, pero aquel encargo...

Extraño, sí. Aquella voz al teléfono solo le dijo que quería la música para la procesión de las Negaciones del miércoles santo. Dos meses hacía ya de la llamada, y tres semanas faltaban para que el plazo límite se cumpliera.

"Mi alma engrandece al Señor", añadió antes de despedirse tras haber confirmado que al día siguiente recibiría un cheque con una cifra que esperaba fuera satisfactoria.

Un Magnificat, eso quería el desconocido.

Nadie hacía ese tipo de composición desde... al menos el siglo pasado.

En el sobre con el cheque, que llevó un mensajero, había una nota en la que se daba una fecha tope de entrega. Un mes antes de la Semana Santa, para poder ensayar la obra.

La cifra, sí, era muy generosa. Y quizás fuera esa poco habitual magnanimidad en el pago, lo que dificultara tanto la creación de la composición.

Tenía algo. De eso estaba seguro. Entre aquel montón de papeles arrugados, las blancas, las negras, las corcheas, las fusas... eran como un ejército en desbandada, pero en ese desorden había un atisbo de formación, un modo preciso que Romeo Salbario, sabía que se le ocultaba, pero que allí estaba.

Salió a la calle; llovía entre las rachas del cierzo. Helada agua.

La ciudad, extraña a esas horas de la fría madrugada, era como una distopía prevista por un meteorólogo pesimista. Sin percatarse, ensimismado en las notas que bullían en su mente, encogido entre las solapas del oscuro abrigo, fue a dar frente a la iglesia del convento de las canonesas regulares del Santo Sepulcro.

Allí había interpretado con sus compañeros de cuarteto y el coro de monjas, varias obras sacras del renacimiento.

Aterido de frío, mojado, regresó a su piso.

Al día siguiente, un rato después de la excursión por ese congelador, pero entonces con la amable caricia de un sol sostenido, caminó de nuevo la reluciente ciudad; en un sobre cerrado dejó la obra que acababa de componer sobre la mesa del altar de la iglesia de San Lamberto.

"In mater scis te ipsum"

Tocaba esperar. Quizás una airada respuesta. Quizás un silencio desesperante. Quizás escuchar sus notas sonar al aire el próximo miercoles santo.

Sabía que era buena, pero también sabía que, quien tanto paga, exige mucho, y más, a un desconocido y pobre músico de iglesia.

Vale.

...

Brillante.

Se miraba a sí misma porque siempre había imaginado ser estrella. No una de la tele o del cine, esas que se dicen que son y lo que son es gente que hace cosas mejor o peor como cualquiera hace.

Elisa quería ser Venus, aunque sabía que brillando más que nadie, ni siquiera era un astro como el que nos da calor y luz los días que las nubes le dejan.

Elisa aprendió de su amigo grande que la noche está llena de las maravillas que el día oculta por el enorme resplandor del sol. Bendito sea.

Sí, la niña soñaba con ser vagabunda en lo infinito y no tener que dar cuentas de si iba o venía. ¡Es tan bueno no estar obligado a nadie!

Venus, ella siempre lo supo desde que lo aprendió de quien antes lo sabía y quiso enseñarle, era inhóspito y salvaje, poco amable, pero le gustaba su luz de tarde y pensó que igual que con las personas, de ese planeta había que quedarse con la parte que lo hacía bello y no andar juzgando tanto y no andar exigiendo tanto y no andar pretendiendo que lo demás sea como nosotros queremos.

Errante, como diente de león, como el cometa Halley. Y contemplar tantos horizontes como pasos pueden darse.

Es eso la utopía, un no acomodarse. Soñar con que tras cada montaña está lo que soñaste.

Por eso se avanza, por eso la esperanza y seguir.

Elisa era Venus porque brillaba más que Marte.

...

Los senderos del señor.

Lo raro era la mañana en la que Clodomiro Espátulas, que se vestía por los pies a falta de opciones mejor, no salía a recorrer el campo.

No había punto cardinal que se le resistiera, aunque prefería la zona montañosa de la sierra que aquello tan plano y liso que era como una gran mancha sin obstáculos. Quizás ver un horizonte tan lejano, sin un mal cerro por medio acentuaba la percepción de su propia insignificancia. O que no veía bien de lejos.

Según la época del año así eran sus intenciones: Buscar gírgolas, portobellos, senderillas y conocer las faloides era lo que más placer le daba si omitimos de la ecuación el sexo y algunos días de no hacer nada.

Otras veces, con ínfulas de arqueólogo, se dedicaba, a falta de rolex, a buscar fósiles de más enjundia que los que habitualmente se hallaban en el garito del zamorano o en el bar de Manolo, ambos de asidua clientela.

En su casa, en un armario que ya renqueaba, guardaba Clodomiro sus tesoros y de vez en cuando los repasaba.

Coprolitos, pedazos de meteoritos, cerámica arcaica, piedras sin más que le parecían extrañas, herraduras oxidadas... desastre de cajón en cuyo interior quizás hubiera algo de mérito para algún experto, pero que para él era todo un tesoro, valioso acopio del tiempo. Su tiempo.

Y es que, siempre lo pensó así, el tiempo es lo único que uno tiene sin poseerlo y sin posibilidad de guardarlo y que transcurre igual si eres pobre o no, aunque con el ambage de la relatividad. O sea que era tan rico en eso como cualquiera y solo de él dependía como usaba esa riqueza.

Y a él le gustaba así. Y así era.

Y así era.

...

El vehículo.

-Me he comprao un coche, por lo visto.

-¿Por lo visto? ¿Te lo has comprao o no?

-Me he comprao algo. Y yo quería un coche.

-Como no te expliques mejor...

-Pues es que yo he estao un mes recorriendo concesionarios de esos y creo que no me he enterao de na. Al final he firmado unos papeles y creo que es de color electrolaigth o algo así, que viene a ser un verde anarillento con aspecto audaz y contemporáneo que denota estilo, energía y elegancia.

-¿Pero tiene ruedas?

-Creo que lleva también una de repuesto, sí.

-O sea que rular, rula.

-Supongo. Me lo dan mañana.

-¿Y qué más lleva?

-Pues por lo visto se ve por todos los puntos cardinales; será que tiene ventanas a to alredor, visión de 360 grados dijo el tío; también hay una muchacha que te dice buenos días o buenas tardes y lo que falta pa llegar al rastrojo y si va a llover o no. Se conecta a internet y te cuenta la vida de Cicerón o de Belén Esteban, según tus inquietudes y te avisa de si te quedan condones en la guantera o los que llevas están caducaos. Lleva vídeo pa los ocupantes de atrás, que luego veremos lo que le pongo al perro, aunque supongo yo que la Anastasia, creo que se llama así la pájara que habla, sabrá lo que le interesa al animal.

-¡Copón, te has comprao una nave espacial!

-Pues ya le dije yo al comercial que lo quería pal campo ná más. Pero se ve que ahora es eso lo que hay.

-Pues yo no me monto en eso.

-Y menos con las abarcas que llevas llenas de barro... pues menuda debe ser la Anastasia.

-Yo creo que estabas mejor de soltero.

-Eso mismo pienso yo. ¡Ay, Señor!

...

- Maestro, ¿Por qué duele tanto el amor?

- Oremilac, pienso que te equivocas al formular tu pregunta.

- ¿Cual debería ser la pregunta, entonces?

- Eso depende de la respuesta que busques.

- Quiero saber por qué duele tanto amar.

- Vuelvo a decirte que esa es una pregunta equivocada. ¿Tú crees que la bondad duele?

- Diría que no en sí misma, pero quizás ser bueno, a veces conlleva dolor.

- Ahora nos vamos acercando.

- ¿Quieres decir que el amor y la bondad son similares?

- No pretendía hacer esa asimilación, pero en realidad sí, son similares.

- Pero a veces el amor lleva al odio.

- No, al odio no se llega por amor. Se llega por otros caminos como el desamor, los celos, la frustración... ¿Sientes o has sentido algo de eso?

- Sí, claro. Pero siempre esos sentimientos nacían desde el amor.

- Vuelves a equivocarte. El amor solo es amor. Ama a pesar de todo. Sin afán de posesión, sin esperar nada a cambio, sin exigir que te amen. Ama porque es bueno para ti y lo demás nunca aparecerá.

- No es fácil eso, Maestro.

- En realidad es más fácil que odiar. Y mucho más saludable.

- ¿Simplemente amar?

- Eso es. Ama. No necesitas nada más.

Oremilac se despidió del Maestro. ¡ Era todo tan sencillo!

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"Me hiciste creer que me amabas"

Retazos.

Dolbach

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