uno.

Las calles perdieron su color, caminas y suena el chapoteo característico del rezago de la lluvia en septiembre. Cruzas la Chūnxī Lù chocando contra los hombros de cientos de desconocidos. ¿De qué sirvió todo? Tu mejor amigo se acostó con tu novio, la Señora Guō decidió subir el alquiler y llevas la ropa manchada de vómito y tierra. Hay tantos rostros que giran hacia ti, probablemente juzgando. Y en lugar de llorar decides reírte, decides pensar «a la mierda esto y aquello». Conviértelo en tu nuevo motto, sigue caminando y deja de comerte la cabeza.

Vas a pasar la noche con un turista europeo y su compañero que peca de curioso, pero tienen manos grandes y eso le agrega un toque al encanto. Descubrirás el significado de hacer la Eiffel Tower en un Holiday Inn y no, te aseguro que no tiene nada que ver con Sabrina Carpenter (a la que ni siquiera escuchas, genio). Al menos el ardor en tu boca y cadera te mantienen anclado en la tierra, más despabilado.

No te atrevas a llorar cuando llegues al apartamento. Tira lo que no sea tuyo. Quema las notas y mata hasta la última peperomia de la habitación.

¿De qué sirvió todo?

De absolutamente nada. Pero siempre se puede hacer un reset y fingir demencia.