mientras miro por la ventana me doy cuenta que soy demasiado joven,
que he vivido poco,
que me conozco poco,
y que he presenciado sensiblemente muy poco,
desde pequeña me he sentido sola y deseo la libertad humana:
saltar encima de un charco, mojarme la ropa con el agua de la lluvia de septiembre, ensuciar mis manos con la tierra húmeda, llorar hasta quedarme dormida en tus anchos brazos,
eso quisiera,
pero la vida es demasiado corta y hay muchas cosas por hacer…
[...]
todos me miran directo a los ojos pero nadie me profundiza, nadie me conoce en realidad, soy un vidrio roto, roto a causa de las causas,
en esta habitación tan solitaria y fría,
no hay con quien hablar,
los muros se llenan de humedad y a la media noche parecen ser los únicos despiertos, que me miran, me escuchan, me contemplan, lloran cuando me miran;
¡qué soledad tan cómoda y hostigante!,
soy una niña y la tristeza me abraza, se consume en mi alma, se hunde entre mis huesos, me carcome el cuerpo, me destruye y me arma,
si la soledad tuviera rostro,
sería el de nosotros.
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