Una tranquilidad escalofriante.
Jul 17, 2024
Sorteamos varios restos de casas, escombros enormes. Rocas, árboles tirados en medio de las calles, suelo destruido y completamente agrietado, hecho polvo. Nos encontrábamos en la gran grieta de las murallas del norte que abrió el enemigo hace algunas horas.
Salimos a la pradera. El ambiente era escalofriante. Quizás sea por lo vivido hace ya una hora, pero ahora la tranquilidad, el sutil ruido de los grillos, la acogedora vista de las estrellas y la soledad en la luz de la luna hacían de este camino uno onírico… como si lo que hubiera pasado fuera un sueño.
Las montañas aún se encontraban a varios kilómetros en la distancia. Llegamos a un pequeño bosque, allí Galeano decidió descargar nuestras cosas y descansar unas horas.
Apoyamos las bolsas y mochilas en el pasto, dejé a Irys recostada en el tronco de un árbol mientras tendiamos las mantas en el suelo. Galeano, en lo que removió las bolsas con sus manos, sacó de una de ellas un pedazo de sandía envuelto en un saco y se lo dio de comer a Bara. Dejamos sobre el pasto tres mantas, además de otras tres para cada una, dobladas, a modo de almohada. Levante a Irys y la recoste en una de las mantas. Habían palos y troncos por todo el lugar, eso y junto con el alcohol etílico, no hubo problemas en hacer fuego. Sacamos pues, varias raciones de comida y botellas con agua para cenar.
[...]
Bara había terminado su sandía, Galeano le había puesto en un pequeño cuenco un poco de agua y se la había dejado en el suelo. Ella, una vez terminó, recorrió y olfateo por los alrededores, yendo hacia los árboles, haciendo sus necesidades, carcomiendo algunos pastos, alejándose varios metros pero sin perderse de la luz de la fogata.
Yo, por mi parte, estaba exhausto. Apenas terminé de comer, me levanté para irme detrás de un árbol y mear. Luego, me acosté en mi manta y me dormí plácidamente. Galeano dijo que se quedaría despierto para hacer guardia. En lo que me dormía, los escuché conversar durante un par de minutos pero sin llegar a entender algo de lo que hablaban.
Cerré mis ojos de a poco, pesados ya por los sucesos del día, queriendo ahogar los recuerdos, escapar de ellos, y qué mejor manera que descansando. Cerré mis ojos, cada vez más, escuchando el ruido de los grillos y el suave sonido del viento chocar contra las hojas. Cerré mis ojos lentamente, hipnotizado, mientras veía la última imagen antes de quedarme dormido, por donde los arboles dejaban ver, una pequeña mancha marrón en la luna.
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