mobile isologo
buscar...

Una salida

Aug 23, 2024

87
Una salida
Empieza a escribir gratis en quaderno

La memoria de Juana estaba más opaca que nunca. Eso la torturaba. Salir al patio, llegar al galpón y no recordar qué había ido a buscar, le generaba gran impotencia. Pero haber olvidado la voz de su padre era sencillamente un puñal a la médula de su alma.

Un día, atosigada por esos pensamientos vacíos que no lograban hilarse en recuerdos, decidió imponerse. Toda su vida había luchado por lo suyo contra cualquiera que quisiera alejarla de sus deseos. Pero ¿Cómo combatir a este enemigo que no era nadie más que su propia cabeza? ¿Qué hacer para ganarle esta batalla a su mente? Comenzaba a castigarse con esas preguntas inherentes sin respuesta cuando una fuerte luz amarilla de final de tarde se filtró por la hendija de su persiana y la encandiló. Allí encontró la solución. Salir. Lo que la estaba volviendo loca era el encierro. La calle, los árboles y el aire fresco serían un bálsamo para que su memoria comenzara a revivir. Pero de pronto una nueva duda la punzó: ¿por qué no se le había ocurrido antes? ¿por qué no salía? No recordaba cuánto hacía que no abría la puerta principal y la verja baja, ni la última vez que había hablado con otra persona; le dejaban la comida en el zaguán, golpeaban la puerta y se iban. Tal cómo ella había pedido.

No era la condición ermitaña lo que la inquietaba. La búsqueda de la razon que la dejó en ese ostracismo indeleble ardió en su mente. Las mejillas ya le comenzaban a doler para impedir un llanto que nunca permitía, cuando otro rayo de sol chocó contra el espejo y fue a parar a su cara. Basta. Sentada allí no lograría nada. Era tiempo de moverse.

Mordió dos pastillas de Calmador y las tragó raspando, sin agua. Apretó el andador hasta que le dolieron las muñecas, se levantó y encaró la puerta. Se acomodó la pollera, se envolvió en una manta y salió. Una brisa le palmeó suavemente la cara, que se acomodó hasta esbozar una sonrisa. La primera en quién sabe cuánto. Atravesó una alfombra de hojas secas hasta la verja, sacó el pestillo y las seis patas pisaron finalmente la vereda: las cuatro del andador y las dos de Juana. Empezó a caminar. Sintió que había tomado la decisión correcta. Sus articulaciones se quejaban como nunca y sus músculos apenas podían seguir las indicaciones inéditas en tanto tiempo, pero la excitación era más fuerte, así que continuó. Tampoco hizo caso al reto de su cervical que le pedía que mirara hacia abajo: alzó la vista crujiendo el cuello hasta ver las preciosas copas de los árboles. Inspiró fuerte y el aire frío que recorrió su pecho le recordó a los inviernos en el campo, cuándo era pequeña. ¡Ahí estaba! ¡El primer recuerdo! Su memoria se activaba. Radiante de felicidad e inspirada por el intenso arrebato de fascinación, avanzó hasta la esquina cuando súbitamente, todo se desvaneció. Un estremecimiento recorrió por completo su humanidad desde el suelo. Temblando, recordó en un instante por qué hacía tanto no dejaba su casa. No tiritaba por el frío, ni había rememorado por la ayuda de la intemperie. Fue por la vibración de la tobillera electrónica.

Mariano Muldowney

Comentarios

No hay comentarios todavía, sé el primero!

Debes iniciar sesión para comentar

Iniciar sesión