No he sabido nada de ti desde hace un par de días.
Archivé tu chat, pero entro a revisarlo diez veces por minuto por si se te ocurrió visitarlo.
Paso el día repitiendo en mi mente tus cosas favoritas, en caso de que las olvide por error.
Me río nuevamente de los chistes que solíamos contarnos, porque mis días sin ti son completamente grises.
Es básicamente todo igual: Hago la misma rutina que estuve haciendo por un mes y medio, solo que ahora la hago sin ti.
Antes dormía luego de que nos diéramos las buenas noches, con la promesa de seguir conociéndonos el día siguiente.
Ahora, duermo deseando cruzar tu mente por lo menos un segundo al día.
Tal vez así no me sentiría estúpida por pensar en ti todo el tiempo.
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