Una gilipollez.

...

Conferencia extraordinaria. (No por buena sino por no habitual).

°°¿Por qué me llamas y quién te ha dado mi número?°°

-Sobre las complejas relaciones sociales, lo difícil de aislarse del mundo y lo imposible de librarse de la gilipollez reinante-.

Todos conocemos a personas de las que no queremos saber nada.

¿Quien no se ha encontrado con alguien a quien a los dos minutos de conocerlo ya sabes que no quieres volver a verlo en la vida?

Puede ser un prejuicio, pero yo diría que es un mecanismo ancestral de defensa.

Nadie nos libramos de ser gilipollas, pues para el que yo considero gilipollas yo soy un gilipollas. Es justicia social y reciprocidad que conviene a la entropía del universo.

Axioma: Toda persona conoce a tantas personas gilipollas como personas gilipollas la consideran gilipollas a ella. (Tengo que expresarlo mejor).

En ese aspecto nadie se queja de su propia gilipollez, salvo de forma ocasional. Pero todos conocemos a gilipollas que lo son a tiempo completo.

Las sociedades, desde las tribus perdidas del Amazonas hasta los ejecutivos de Manhattan, pasando por el paisanaje de Tondos y Argamasilla de Alba, subsisten inmersas en un alto porcentaje de gilipollez. Sin ir más lejos, el propio Papa es gilipollas ¿qué necesidad tiene nadie de ser eso? (Digo Santo Padre). Si no es para cambiar el mundo, tontería es.

Así, el Gilipollismo Ilustrado, puede considerarse como un proceso evolutivo atávico, acrecentado en el siglo XX, que se eleva de modo exponencial en el siglo XXI, sin que tenga visos de merma alguna.

Esto nos lleva irremisiblemente a una pronta debacle de la especie e incluso de Bertín Osborne.

Y como corolario de esta breve pero intensa exposición, significar que cualquier gilipollas es perfectamente consciente de toda gilipollez excepto de la propia.

Dicho sea sin menoscabo.