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Una carta que no voy a enviar

Jimena

May 18, 2025

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Leí tu mensaje muchas veces. Me dolió. Me enojó. Me dejó perpleja. Y ahora necesito escribir todo esto, no para que lo leas, sino para sacarlo de mí.

Tomaste la decisión de alejarte sin siquiera proponer una conversación. Te refugiaste en palabras grandes —“cosmovisión”, “valores”— para justificar una distancia que ya habías decidido sin diálogo. Me acusaste de violenta, egoísta, irrespetuosa. Palabras duras, que no se lanzan así como si nada. ¿Te diste cuenta de lo que estabas diciendo?

Soy una persona que vivió abuso psicológico durante años. Años. Con todo lo que eso implica: miedo, inseguridad, necesidad de controlar para sobrevivir, desconfianza incluso hacia quienes más quería. Aprendí, con muchísimo esfuerzo, a confiar. Y lo hice con vos. Te abrí un lugar que no cualquiera tiene. Y vos, cuando te sentiste incómodo, cuando algo no encajó con tu forma de ver el mundo, no solo te alejaste: me clavaste un puñal por la espalda.

Me etiquetaste. Me diagnosticás sin entenderme. Hablás de violencia simbólica, de ego, como si fueras un gurú de la convivencia. Pero no hay nada más violento que acusar a alguien sin escucharla, sin comprender de dónde viene, sin tener la mínima empatía por su historia.

Y no contento con eso, metiste a mi mamá en todo esto. Ella, que te tomó cariño, que te regaló un cuadro con afecto sincero. ¿Por qué la sacaste de tus redes? ¿Qué hizo ella para merecer ese desprecio silencioso? ¿También le aplicás tu teoría de “valores incompatibles”? Es innecesario. Es cruel.

Hablás de diálogo, pero nunca lo ofreciste. Hablás de paz, pero tus acciones fueron todo lo contrario. Hablás de trato cordial, pero tus palabras fueron juicio puro, frialdad, distancia.

Yo no soy perfecta. A veces me equivoco, a veces reacciono con más intensidad de la que quisiera. Pero no soy violenta. No soy lo que dijiste de mí. Soy una persona que lucha todos los días por ser mejor, que carga con una historia que no elegí, y que aún así se anima a vincularse con amor, con entrega, con humanidad.

No te escribo esto para que vuelvas, ni para que te sientas mal. Te lo escribo porque necesito sacarlo del pecho, porque necesito recordarme que lo que dijiste de mí no es verdad. Porque merezco rodearme de gente que no huya cuando algo se vuelve complejo. Que no me juzgue. Que no me etiquete. Que no desarme vínculos con esa frialdad que lastima más que cualquier grito.

Ojalá encuentres lo que estés buscando. Yo estoy buscando paz. Y esta carta —que no vas a leer— es mi primer paso.

Jimena

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