mobile isologo
    buscar...

    Una carta a Lucía

    Jun 24, 2024

    86
    Una carta a Lucía
    Nuevo concurso literario en quaderno

    CAPITULO I

    Después de nuestra ruptura todo se vino abajo. Finalmente se había consumado lo que menos deseaba, el fin de nuestro vinculo amoroso. Estaba destrozado. Lagrimas no paraban de brotar sobre mis mejillas, pues ahora te habías convertido en un recuerdo, en el recuerdo más hermoso que he podido vivir. Escuché las canciones que solíamos escuchar juntos bajo las estrellas y rompí enseguida en llanto. No podía asimilar la perdida ni el dolor que me ocasioné yo mismo, pues fui yo quien termino la relación. Fue mía la culpa. Una relación que termine por mi egoísmo punzante y mi alevosía por estar solo una vez más, te amaba, pero extrañaba la soledad. Tuve que elegir y me elegí a mí mismo. Me detesto por ello. Comí helado. Vi películas, las mismas que solía ver contigo, tu increíble gusto cinematográfico quedo presente en mi mente. Extrañe ese día sentir el calor de tu cuerpo, ver tus ojos negros mirando dentro de mi alma. ¿Qué había hecho? Te extraño demasiado. Me dije a mi mismo ya va a pasar, es solo una relación. Espero que sea de ese modo, sino me vere forzado a caer en un abismo que yo mismo cave, empujado por mis decisiones, que yo mismo tome. Échame la culpa, me la merezco. Tienes un lugar en mi corazón. Tienes mi corazón en tus manos. El día de ayer te lo entregue, dentro de esta tormenta fue la decisión más noble que tome. Darte mi corazón. Espero que tengas una noche hermosa y que se te sea fácil el duelo.

    Los días pasaron hasta que me levanto por un sueño que tuve contigo, soñé que me mandabas esos buenos días que tanto me alegraban mis mañanas. Me desperté y revisé mi celular. No había notificaciones tuyas, en realidad, no había notificación alguna de nadie. Me sentí desolado, perpetuamente roto y vacío, había entendido que te habías ido. No lo puedo asimilar. No lo quiero asimilar. Sali con unos amigos de fiesta, no tenía ánimos para salir pero lo hice, sentí que iba a ser mejor. La pase mal, tan solo quería estar contigo recostado. Acariciando tu cabello oscuro liso, enterrándome en esa enredadera de hilos negros. Te extrañe nuevamente. Me fui temprano de la fiesta, me sentí solo, aun con la multitud rodeándome. No soporte que me pregunten por ti, que nos había pasado, me supero la situación y se me hizo insufrible. Al llegar a mi casa escuche música. Un sentimiento de soledad me invadió la mente, tome whiskey hasta quedar inconsciente y dormir. Llore. Y luego me tumbe sobre la almohada imaginando que era tu pelo.

    Me levante terriblemente agotado y con dolor de cabeza. Encendí un cigarro y me miré al espejo. Vi a través de mis ojos un recuerdo nuestro, nos encontrábamos bailando en aquel callejón de camino a tu casa. Oh, detestaba bailar, pero contigo bailaba, torpemente, pero lo hacía porque eras tu. Decidí almorzar nuestra comida favorita. Brotaban recuerdos y lágrimas al igual que la salsa se desbordaba en del sartén, yo me desbordaba en llanto y pesadumbre. Me tranquilicé, pensé que era normal. Había terminado una relación recientemente, me sentía mal. No pensé que iba a afectarme de la forma en la que lo estaba haciendo, pues me había acostumbrado a estar feliz con tu presencia en mi casa. Fui al trabajo. No me pude concentrar, me llevé regaños por parte de mi jefe. No le iba a comentar la situación que estaba atravesando, no éramos cercanos. Volví a mi casa. Fume cigarrillos. La cabeza me estallaba de memorias y de tu voz. Tomé nuevamente alcohol, y nuevamente yací inconsciente en mi cama. No soportaba estar despierto.

    Soñé nuevamente contigo, estábamos los 2 en un tren de camino a tu casa, apoyaste tu cabeza en mi hombro y mi miraste con enojo y tristeza. Me levante apenado. Interprete que tu no querías que yo recaiga en mis antiguos vicios pues te había encomendado una promesa. Promesa que rompí. Me sentí avergonzado, desconocido. Almorcé y me fui de vuelta al trabajo. Seguía sin concentrarme y nuevos regaños cayeron sobre mí. Ellos no comprendían que me sucedía, y yo no quería que se interesasen por mi vida privada, “es solo un mal tiempo “dije. Me engañaba a mí mismo y a los que me rodeaban. Llegue a casa y te extrañe. No tenía mi mensaje habitual tuyo preguntándome como fue mi día. Fue devastador. Prendí un cigarrillo y me acosté a dormir pensando en vos. Ahora pensé en el primer día que nos conocimos, parecía como si fuese esta mañana. Estábamos en el colegio, te salude tímidamente y te pusiste nerviosa, yo me reí, y al volverme sobre mi te observe mirándome. Sabia en ese momento que me había enamorado de vos. Me dormí contento, extrañándote obvio.

    No tuve la fortuna de verte en mis sueños los días próximos y te extrañé hasta inclusive en ellos. Hoy me levante de la cama extrañamente de buen humor. Ordené mi habitación y leí un libro al tiempo que almorzaba. Me sentí un poco mejor. Encendí un cigarro y me dispuse a ir al trabajo. Me pude concentrar un poco más esta vez. Al llegar a casa pase por esa cafetería que tanto amábamos.

    Pedí lo que siempre pedíamos, esta vez solo para mí, pues ya no estabas. Mire mi silla de enfrente vacía y me imagine tu sonrisa, dientes blancos que me reflejaban e iluminaban el corazón. La añoranza se apodero de mi merienda. Camino a casa fume un cigarrillo. Llegue, limpie mis cosas y me dispuse a dormir. Este día no estuvo tan malo. Pude conciliar el sueño después de un par de días oscuros.

    Me perseguiste en mi sueño. Estábamos corriendo por una bella sierra, rodeados de flores y arboles gigantes. Reíamos y nos deteníamos a besarnos, te bese en la frente. Estabas feliz, justo como quería que estuvieses ahora que ya no sé nada de vos. Me levanté aliviado, pensé que ya me estabas olvidando. Mis sospechas se confirman al ver tu posteo en Instagram con tus amigas, estabas feliz. Y yo me alegraba a la distancia. Almorcé, y me fui nuevamente a cumplir con mi rutina de trabajo. Fue un día normal en la oficina. Pude integrarme de nuevo con mis compañeros de trabajo. Tu nombre surgió en la conversación y no pude evitar sonreír, y sentirme a la vez, solo. Regresé a casa, de camino vi ese parque en el que solíamos sentarnos a leer y escuchar música. Me senté a fumar un cigarro y a extrañar tu presencia al lado mío. Te extrañe y mi mejilla se empapo con gotas de sal que caían de mis ojos. Volví a casa y pensé en escribirte. Quería saber cómo había ido tu día solamente. Recapacité y me di cuenta nuevamente de que ya no estabas. Un alud de soledad me invadió. Intenté dormir, pero no pude. Mis pensamientos y nuestros recuerdos me habían arruinado el día. Fumé y me dispuse a dormir.

    CAPITULO II

    Soñé que caminaba desnudo por la ciudad, lo interprete como que por fin mi mascara de seguridad se había desvanecido y que tenía que tomar medidas para recuperarla. Fumé en ayunas, pues me había levantado tarde y me fui a trabajar. Me sentía cansado y con un dolor en mi cabeza que me impedía cumplir mi labor. Almorcé en el trabajo y recuperé un poco de fuerzas, me sentía cansado, fatigado. Termine la jornada muy bien, mi jefe me felicito. No sentí nada. No podía alegrarme de mi mismo. Regrese a casa y pase por la librería donde nos juntábamos a ver libros. Recordé cuando nos separamos dentro de la misma y buscamos un libro para regalarnos, aún conservo el libro que me diste y lo tengo que finalizar. Llegué a casa y me dispuse a terminarlo de una vez. Llegando a la última página una carta se deslizo sobre mi regazo. Me la habías escrito y nunca lo note. Lagrimas brotaron cuando leía lo que contenía esa carta:

    “Gracias por elegirme y hacerme sentir que estoy despierta cada día, pero viviendo en un sueño a tu lado. Me descubriste y ayudaste a que me descubra a mí misma. ¡te va a gustar el libro, sé que sos un poeta disfrazado de oficinista!

    Te amo para siempre.”

    Mis ojos se estremecieron, y un mar salió de mis ojos. No me pude contener. Estaba decidido a mandarte un mensaje, pero era preso de mi decisión. La tenía que dejar ir. Caí dormido empapado en lágrimas y un soplo de melancolía estremeció mi mente a la par en la que la soledad se hacia presente en la habitación, como pude ser tan estúpido, si tan solo hubiera leído esa carta en aquel momento hoy mi vida seria otra. Solo me quedaba recrear escenarios en mi cabeza imaginando lo que podría haber pasado si tan solo hubiera leído aquella maldita carta. Finalmente pude dormirme pues yací agotado en mi cama de tanto llorar y pensar en vos.

    No recordé mi sueño, pues seguro fue algo insignificante. Mis ánimos del día fueron bajos, aquella carta fue la sal que recayó en una herida profunda que aún no había sanado. Almorcé y fumé cigarrillos. Me miré al espejo y no me reconocí, estaba confundido y descuidado. Barba estaba apareciendo en un rostro limpio y cuidado. La deje crecer. No tenía ánimos de retocarla. Hoy fue mi día de descanso en el trabajo, pero lo deteste. No soportaba la idea de quedarme solo con mis pensamientos y que florezcan recuerdos nuestros en mi mente. Sali a caminar. Encontré un pequeño gatito. Recordé que siempre quisiste uno y me acorde de la forma en la que tratabas a los animales y a las personas con tu calor interminable y una amabilidad desinteresada que me encantaba. Decidí llevármelo a casa pues estaba claro que estaba abandonado. Lo lleve a un veterinario para que curaran sus heridas y que le aplicaran vacunas. Estaba muy maltratado. Lo traje a casa, lo alimenté, le di calor y amor. Lo llame Félix. Releí la carta del otro día. Rompí nuevamente en llanto. Fumé un cigarrillo y fui a dormir.

    Soñé que se me caían los dientes. Supuse que era debido a mi falta de autoconfianza e inseguridad. Recordé que nunca tuve suerte con las relaciones que tenía debido a eso. Fumé en ayunas y entendí así que había recaído en la adicción de nuevo. Necesitaba de los cigarrillos para empezar mi día y mantenerme en cierta forma atontado para no pensar en ese vacío que me había generado el hecho de romper con vos. Almorcé y fui al trabajo. Noelia, la chica que se me insinuaba siempre me hablo y jugueteo conmigo toda la jornada. Le seguí el juego para ver si podía sentir algo, pero no pude. Volví a casa y me quedé mirando un árbol. Recordé que me contabas que de niña te encantaba subirte a los árboles para observar el mundo desde otra perspectiva. Me subí al árbol y lo pude ver. El mundo en cierta forma se veía desordenado y cuanto menos sucio, veía que las personas pasaban y nadie se fijó en mí. Me sentí invisible. Pare por una tienda a comprar cigarros y cerveza pues sabía que iba a ser un fin de semana tortuoso con mis pensamientos. Llegué a casa y me dispuse a fumar y a beber hasta caer inconsciente. Se reprodujeron nuevamente nuestros recuerdos y alcance a esbozar una risa. Caí dormido.

    CAPITULO IV

    Pasaron las semanas y este martes me levante animado. Feliz. Me centre en mi tesis de historia. La tenía que terminar para que me dieran el titulo para ejercer finalmente mi oficio. Te recordé a vos, que me regañabas siempre para que la terminara. En ese entonces tenía miedo porque sabía que ejercer mi profesión me iba a quitar tiempo para estar con vos. Siempre busque complacerte y me deje de lado a mí mismo. Estuve todo el día haciendo la tesis, mi única compañía eran el cenicero y un paquete de cigarros. Al caer la noche cené, pedí pizza y vi películas románticas como solíamos hacer los fines de semana. Lloré incansablemente, pues en las películas vi un vago reflejo de lo que era nuestra relación. Me dio curiosidad por ver lo que hacías, te observe por redes sociales. Estabas de fiesta con tus amigos. Me alegre por vos. Revise nuestras fotos y el llanto se profundizo aún más. Recuerdo que solía decirte que la melancolía era el sentimiento más poderoso que podía sentir una persona. El hecho de recordar memorias y la incapacidad de no poder revivirlas es devastador. Tome cerveza y fume más cigarrillos y finalmente me dormí, con los pómulos sudando con las lágrimas que caían de mis ojos.

    Me desperté muy tarde, no me quise levantar de la cama, estaba increíblemente desganado. Batalle y me levante, comí un poco de sobras de la noche anterior y seguí trabajando en mi tesis. La logré terminar y me sentí orgulloso. Tenía ganas de hablarte y contarte para que me dijeras que también estabas orgullosa de mí, pero entendí que ya no estabas. De repente una nube de tristeza se posó arriba mío. Debería estar feliz por haber concluido con lo que más anhelaba, pero más bien estaba triste por no poder compartir ese logro con vos. Fumé aún más, y releí la tesis. Mas recuerdos afloraron, pues recordé lo mucho que te gustaba que te hable de historia y filosofía, te encantaba cuestionarte las cosas y aprender de nuestro pasado. La melancolía me invadió nuevamente, y no tuve más remedio que tomar y fumar hasta quedar inconsciente, no quería pensar ni mucho menos sentir.

    Me levante temprano el día de hoy, me afeite, me puse mi mejor traje y fui a la facultad a presentar la tesis. Estuvimos horas deliberando y yo defendiendo mi tesis hasta que dieron por concluido el acto y aplausos recayeron sobre mi espalda. Me felicitaron y me dieron el título. Había concluido por fin mi pasión.

    Llegaba el momento de encontrar trabajo, sabía que me quería dedicar a la enseñanza, pues ame enseñarte a vos y sé que amaría enseñarles a otras personas. Mis amigos me felicitaron y nos reunimos a tomar un café. Charlamos un poco de como estábamos y de cómo nos había tratado la vida. Yo me desahogué y les comenté que me había equivocado en terminar con vos y ellos asintieron apenados. No debería estar hablando de eso. Había logrado algo importante pero inclusive en ese momento de felicidad personal, pensaba en vos. Solamente en vos. Llegue a mi casa, y revise mi celular. Una notificación tuya, un mensaje diciéndome fríamente felicidades. Mi corazón volvió a latir. Sabía que estabas orgullosa de mí. Hablamos un poco de cómo estaba yendo nuestra vida y la conversación finalizo. Me sentí bien al saber que aun pensabas en mí. Esa noche pude dormir después de tanto tiempo, con una leve sonrisa en mi rostro. Después de todo, por fin habías regresado. Aunque frio fue tu regreso, fue un regreso al fin.

    Un sueño lucido tuve esta vez, podía controlar lo que hacía y a pesar de que estos sueños no me agradaban del todo, pude soñar con vos, nos imaginé en un departamento en Ciudad de Buenos Aires, nosotros dos regando plantas, tomando café y fumando cigarrillos mientras acariciábamos a nuestro gato. A veces me sorprende la capacidad del ser humano para poder crear escenarios que posiblemente jamás sucederán, no al menos en esta vida. Me levante temprano pues tenía una entrevista de trabajo. Me ofrecieron ser profesor suplente en una secundaria. Me emocionaba la idea de empezar a enseñar, solo tenía 25 años y recién empezaba en las aventuras de la educación. Me di cuenta que la oferta era del colegio donde yo estudié en la secundaria, donde fue allí que te conocí. La nostalgia me invadió en ese momento. Iba a recordar todos los momentos que pasamos allí. Llegué a la entrevista, con mi directora antigua, seguía allí después de todos estos años, se mantenía en forma y la reconocí, y ella a mí también. - ¡¿usted fue alumno mío verdad, como te va Sebastián! Mira las vueltas que da la vida…-.

    -Todo bien directora-. Le respondí. Reímos y fue una entrevista muy cómoda, me dieron por fin el trabajo y mañana empiezo. Recorrí los pasillos donde hablábamos durante los recreos. Vi el escenario donde nos dimos nuestro primer beso, lo recuerdo como si fuese ayer, estabas temblando por un leve ataque de pánico, te abracé y te di un pequeño beso en la boca, que indico el inicio de aquella relación. Llegue a casa, les Conte la noticia a mis amigos y nos echamos a reír, nadie lo podía creer. Recordamos todos esos momentos que pasamos y un aire de nostalgia en el chat se hizo entrever, todos deseábamos volver a aquellos tiempos donde la vida era más sencilla y libre de responsabilidades, yo anhelaba volver para conocerte de nuevo y sentir esa sensación de caer en amor de nuevo con vos. Fue mágico. Indescriptible, una sensación que no carece de descripción, pero reboza de efectos en mi corazón. Cene como de costumbre sobras del día anterior, fume mi habitual cigarrillo y me acosté a dormir excitado por arrancar el día de mañana. Tenía muchas expectativas. Sentí ganas de contarte la noticia y lo hice. Hablamos durante un par de minutos, pero te noté decaída, triste, a través de la pantalla pude notar que no estabas del todo feliz, y un sentimiento de preocupación me inundo el alma y la conciencia. Te despedí y me quedé dormido con una sensación de preocupación. Algo andaba mal con vos.

    Me levante de buen humor, desayune un cigarro con una taza de café negro como siempre lo hacía y fui al trabajo. Me tocaba estar en el aula de 4to año, mis alumnos tenían entre 16 y 17 años. Era un colegio privado, estaba despreocupado pues no tenía que lidiar con situaciones que escapan de mis manos como profesor. Entre al aula. Silencio. Me pareció raro, a esa edad yo siempre estaba alborotado y hablando hasta por los codos. Hice mi presentación y conocí a mis alumnos. Me llamo la atención cuando uno de ellos se estaba presentando, era el típico gracioso de la clase, le pregunte que le gustaba hacer y el respondió que masturbarse era su actividad favorita. Me reí, fue un chiste inmaduro y fuera de tono, pero no estaba para hacer de policía, estaba para enseñar. Pregunte a la clase a quien le gustaba Historia. Nadie levanto la mano. Me reí, y empecé la clase. Tenía un método de enseñanza relajado, creo que es más importante dialogar y generar un vínculo con los alumnos para que de forma indirecta se genere gusto por la materia. Terminé mi clase y me fui a mi casa. Me encanto enseñarles un poco, aunque sea y me sentí completo al hacer lo que mejor sabía hacer. Al llegar a casa vi un mensaje de Noelia, mi antigua compañera de trabajo, hablamos un poco y me invito a tomar un café a la tarde. Acepté su propuesta y fui. Al llegar a la confitería estaba vestida con pantalones anchos y un buzo marrón, me gustaba su forma de vestir, alternativa, como si fuera moda de finales del siglo pasado. Noelia tenía ojos verdes, labios gruesos, rizos castaños caían sobre su cabeza y por sobre todo tenía unas pestañas extremadamente largas, postizas me parecían. La salude con un abrazo y nos sentamos a tomar el café.

    -escuche que tenías un trabajo nuevo, ¡¿en qué andas contarme dale?!-.

    -bueno Noe, me recibí por fin y empecé a trabajar en la secundaria en la que estudie, un poco nostálgico si te soy sincero, pero me gusta mucho, me apasiona que quieres que te diga...-

    - ¡me alegro mucho por vos Seba! Yo sabía que ibas a terminar esa tesis e ibas a ser el mejor profe-.

    Sus palabras retumbaron por mi cabeza, me di cuenta que ella gustaba de mi en cierto punto o me apreciaba. De todas maneras, me era un poco indiferente, yo no sentía lo mismo por ella. Hablamos un poco más y nos despedimos. Me invito a ir a su casa, pero no acepte, no quería relacionarme mucho con ella, pues durante la charla descubrí que no me agradaba del todo, se la pasaba contando chismes ajenos y hablando mal de otras personas. Ese tipo de personalidad no concuerda con mi estilo, pues no me gusta hablar mal a espaldas de gente que conozco. Llegue a casa y fume, me sentí vacío, pues entendí que era una posibilidad real la de no conectarme con alguien por el resto de mi vida y te extrañe. Te extrañe demasiado. Mis ojos lagrimearon mientras observaba por la ventana la luna, recordé que siempre te gustaba mirarla, y me mandabas fotos de ella cuando menos me lo esperaba, tenías una conexión con los astros que yo no comprendía pero que vos sentías. Cené y dormí.

    Me desperté un poco enfermo, estaba con un poco de tos, lo deje pasar y desayune para ir al trabajo. Entre al aula y mis alumnos estaban un poco desganados. Habían tenido un examen en la hora anterior y les había ido mal a todos. Les dije que no se preocuparan y les di golosinas a todos para que se les subiera el ánimo, me aplaudieron y reímos un poco. No era común que un profesor les diera comida a los alumnos, pero para mí era indiferente, yo me considero una persona dulce y amable, y me encanta generar realizar acciones que tengan connotaciones positivas para las personas. Hablamos un poco del tema corriente de la clase, y en los últimos 10 minutos deje que hablaran entre sí para que se distendieran un poco. El chico gracioso, Pablo, un chico medianamente alto con pelo castaño y ojos negros como el café que tomaba por las mañanas, me incluyo en su grupo de amigos. Me pregunto cosas típicas, porque tenía tantos tatuajes, como era el colegio antes y esas cosas que uno puede charlar y responder. Me agradaba, y al, aunque no le gustaba decirlo, le gustaba la historia, estaba bastante activo en mis clases y le gustaba responder. Recorrí el colegio un poco más, fui a la parte de arriba, donde solíamos escondernos para besarnos en aquella época. Me acorde de la vez en la que no llegabas y me impacienté y me quise ir, hasta que vi llegar, lagrimeando porque habías desaprobado, te consolé, y me abrazaste. Fue uno de los días en lo que más sentí el calor de tu cuerpo. Volví a mi departamento. Jugué un rato con Félix, estaba inquieto porque no tenía alimento así que decidí ir a comprarle. Camino a la tienda de alimentos te vi, estabas caminando sola con bolsas de compras. Nos saludamos, y quise hablar con vos para contarte de todo, pero tu repentino ya me tengo que ir me freno de golpe y te despedí. Vi cómo te ibas una vez más. Llegue a casa y llore un rato con mi gatito. El me entendía, aunque parezca raro, porque me lamio con ternura inocente mi rostro y me lleno de consuelo. Fumé un par de cigarrillos y me acosté a dormir sin cenar, estaba muy agotado.

    Un recuerdo nuestro se reprodujo en mi cabeza durante la noche. Recordé aquella noche que dormiste por primera vez en mi departamento, llegaste, comimos hamburguesas. Estabas vestida con un vestido primaveral, tus ojos negros resaltaban en la habitación, en aquel entonces tenías tu pelo de color castaño, recuerdo adormecer mi rostro en ese mar de color marrón, vimos películas infantiles como solíamos ver, y nos quedamos dormidos. Me desperté con un sabor amargo en la boca no por lo de anoche que solamente fumé y me acosté sin cenar, sino por ese recuerdo tan feliz que reflejaba un presente de amargura y nostalgia infinita en el que me encontraba. Un desayuno abundante y marche para el trabajo, apenas entre mis alumnos me preguntaron si traía comida. Extendí mi mano sobre mi portafolio y la levante rápidamente diciéndoles que no tenía nada. No quería que se acostumbren a que les traiga golosinas todos los días, pues me quedaría sin dinero. Fue una clase muy buena, estuvieron muy participativos y como siempre los 10 minutos antes de finalizar la clase me detuve a hablar con ellos, me preguntaron qué opinaba de una parejita que era del curso, les dije que no había nada más lindo que estar enamorado, y Pablo abrió su boca y me pregunto si alguna vez yo había estado enamorado de alguien. Le retruque preguntándole si él había estado en esa situación a lo que me respondió con un rotundo “No”. Le dije así que no iba a entender mi respuesta. Se quedo decepcionado. Pero no quería hablar de algo que me dolía todavía. Después de todo para eso están los terapeutas. De camino a casa pase por el bodegón donde solíamos ir siempre. Llegue y me atendió la misma moza que nos atendía siempre. Ordene el menú del día, y tuvo el atrevimiento de preguntarme por vos. Le comenté que nos habíamos separado y se puso triste. Me comento que hacíamos una hermosa pareja. Yo reí y asentí. Aunque por dentro me deshice a pedazos, después de todo tenía razón, hacíamos una hermosa pareja y lo arruiné todo. Camino a casa fume varios cigarrillos y me cruce con Noelia, trate de evitarla, pero me reconoció y me invito a su departamento a hablar un poco y fumar, accedí. Vivía en una de las mejores zonas, lo cual me pareció raro porque teníamos el mismo sueldo, tomamos café, y se me lanzo encima. Yo la evité y le dije que no estaba interesada y se echó a llorar. No comprendí el porqué, hasta que me sentencio con un “estoy enamorada de vos desde hace tiempo”, me incomode un poco, trate de consolarla y le dije que yo no la podía amar puesto que mi corazón se encontraba roto y le pertenecía a otra. La abracé y hablamos hasta que se tranquilizó y me decidí por irme a mi departamento. Camino a casa tuve un sentimiento de pena por ella, digo, ella no eligió enamorarse de mí y no merecía mi reacción fría. Pero por otro lado sentí que hice lo correcto evadiéndola, pues no iba a terminar sino más bien en una relación fría y carente de sentimientos. Llegue a casa, jugué con Félix, fume más cigarros y hable con mis amigos. Y finalmente pude dormirme con extraña normalidad.

    CAPITULO V

    Me desperté con una llamada perdida de un numero privado, lo dejé pasar, supuse que debe haber sido uno de esos molestos agentes de call center. Desayuné fruta, algo raro en mí, pero sentí deseos de comer algo saludable. Al llegar al colegio había una pequeña reunión de personal, llegue y había entrado una nueva profesora de filosofía, Joaquina su nombre, pelo rubio y rizado, un poco más bajita que yo, un peso que se podría considerar promedio, ojos color miel y una nariz que rondaba la perfección. Me sentí atraído hacia ella. La salude y le desee suerte, a lo que respondió con un tono de voz desinteresado un simple “gracias”. Le resté importancia y me fui a dar clases. El ambiente estaba tenso, hoy tenían un pequeño trabajo practico conmigo. Les dicté las preguntas que eran muy simples y breves y empecé el trabajo. Al cabo de 30 minutos Pablo me entrega su trabajo. Me quede sorprendido, ya que no era un alumno sobresaliente. Termino el práctico y les di esta vez 20 minutos para que se distendieran. Pablo volvió a insistir con su pregunta del otro día, a lo que me decidí por responderle de una manera sutil que, si me enamoré, y que me rompí el corazón yo mismo. Sintió un poco de lastima por mí y me levanto el ánimo, y pronuncio el nombre de la nueva profesora Joaquina, me dijo que lo intente con ella. Me reí un poco, valoraba que sienta esa confianza para decirme tal cosa y solo me limite a responderle con un “veremos”. Llegué a casa y almorcé pastas con una copa de vino, era viernes y por lo tanto mi último día laboral. Termine mi almuerzo y fume un par de cigarros en el balcón mientras el sol iluminaba mis poros y mi mente se estremecía por el alcohol y la luz entrando por mis pupilas. Me puse a corregir los exámenes, estuvieron bien dentro de todo, hasta que llegue al de pablo, eran consignas simples, pero él se esmeró demasiado en sus respuestas que a la vez eran acertadas e introdujo un vocabulario tan sumamente deleitante para los ojos de un profesor que le coloque la nota más alta.

    Merecidamente por supuesto. Estaba feliz de tener un alumno en el que me reflejase yo mismo. Me tumbe un momento a descansar debido a que en la noche tenía una junta con los miembros del colegio. Me preparé y fui, era en un salón de buenos aires, un lugar extremadamente bello, lleno de cuadros de artistas reconocidos (imitaciones por supuesto), y con un jardín sumamente estimulante para los ojos de cualquier persona. Me senté al lado de Joaquina, era la que tenía mi edad y con la que me sentía más cómodo. Tuvimos una charla ante todo trivial, y salimos un rato al jardín a fumar. Me agradaba, tenía su personalidad fría y distante, pero por dentro podía distinguir un alma caritativa y agradable. Era muy inteligente. Hablamos de filosofía e historia. Ella se quejaba del nihilismo, pues consideraba que sus seguidores justificaban su vaguedad bajo esa manera de pensar. Me reí y debatimos un poco más, para molestarla le dije que me agradaban los nihilistas y ella se indignó y me trato de vago, en tono de broma obvio. Termino la cena y la acompañe hacia su departamento que quedaba cerca del mío. Me invito a tomar una taza de té y acepte. Charlamos en su balcón un poco y nos besamos bajo la noche estrellada de un sábado que recién empezaba. Luego fuimos a su cama y tuvimos relaciones. La deseaba y ella me deseaba a mí.

    A la mañana siguiente me levante y le prepare el desayuno como acostumbraba a hacer cuando estaba con vos. Hablamos un poco y me comento de pasar el día con ella y accedí. Era un sábado lluvioso y un frio que me empañaba los vidrios de los autos se dejaba caer sobre la ciudad. Fumamos y preparamos el almuerzo y nos pusimos a ver películas bélicas que eran de su agrado, por mi lado no eran de mi agrado pues consideraba a la guerra como un acto violento sin sentido movido por intereses personales de gente poderosa. La película al final de todo me gusto, y cuando estaba por poner otra la interrumpí y le comenté que me tenía que ir a mi casa a cuidar mi gato. Me despedí de ella y me fui. Camino a casa pasé por esa heladería a la que solíamos ir, recordé tus gustos favoritos, frutilla y mango. Dos gustos terriblemente malos pero que a vos te encantaban, recordé aquella vez que nos sentamos en la banqueta del parque a disfrutar de nuestros helados y se te cayo el tuyo, yo me reí y vos te reías de lo torpe que eras y terminamos compartiendo el mío. Me pareció extraño pues me había invadido repentinamente ese sentimiento de tristeza y nostalgia de nuevo. No tenía motivos para ponerme de esa forma puesto que había pasado una noche relativamente agradable con Joaquina, pero que al fin y al cabo fue por atracción física. No sentí nada después de irme de su departamento más que solo indiferencia. Pensé así que verdaderamente estaba padeciendo de un “corazón roto”. Llegue a casa y Félix estaba durmiendo en una posición bastante curiosa como acostumbran a hacerlo los gatos. Fumé un par de cigarrillos y me acosté a dormir un poco. Cuando de repente me llega un mensaje tuyo. Querías verme y me preguntaste como estaba. Un calor repentino me invadió el cuerpo y no supe que responder y dije que sí. Estaba feliz después de todo querías verme para arreglar las cosas o al menos eso dejaste entrever. Fume, escuche música y me dormí.

    Me levante agitado y un poco excitado por la idea de verte de nuevo. Me invitaste a tu departamento y me puse feliz de que por fin te iba a ver de nuevo después de tanto tiempo. Me bañe, me puse mi mejor perfume y marche hacia mi destino. Me abriste la puerta y me saludaste con un abrazo frio. Una sensación de incertidumbre me broto por la nuca y sentí que algo no estaba bien. Me serviste una taza de té, y hablamos un poco de como habíamos estado y me comentaste que habías cambiado de trabajo y por lo tanto te mudabas de la ciudad. Ahora comprendí que el motivo del llamado era para despedirte de mí para siempre. Me entregaste algunas vestimentas que había dejado en tu departamento y me atreví a preguntar si me seguías amando a lo que tu respuesta me dejo un nudo en la garganta y en el estómago tras que anunciaste que ya habías perdido ese amor por mí. Me sentí destrozado, las manos se me inundaron de un sudor frio y sentí que los ojos me empezaban a lagrimear. No podía creer tu respuesta, puesto que mi concepto de amor era perpetuo, no había un fin ni tampoco un comienzo cierto, pero que cuando este se sentía y se desarrollaba era inagotable y perduraba a través de los años. Yo seguía amándote y vos ya no. Me pregunte a mí mismo de camino a casa si es que alguna vez tuviste amor por mí, dada la frialdad de la respuesta y la contundencia de tus palabras. Todas esas palabras de amor y afecto quedaron en un absurdo, palabras huecas sin nada en el interior. Me sentí avergonzado por haberte preguntado algo que prefería no saber, pero cuya incertidumbre me hacía doler la cabeza todas las noches y me provocaba sequedad en la boca, una sequedad que ni el más rico vino podía llevarse. Me sentí traicionado, todos esos años en los que compartimos momentos para vos quizás no significaban nada para mí lo significaron todo y basaron mi concepto de amor en vos, en nosotros. Como es posible que reprimieras tus sentimientos sin siquiera poseer algún remordimiento, sin siquiera preguntarme si yo también te amaba aun, decidiste reprimir aquello que yo deje que me dominara por completo y que me cegara en vista de encontrar un nuevo lugar seguro para sentirme amado o conciliado conmigo mismo. No te podía odiar de todas formas, no tengo ningún resentimiento, es más, me echo la culpa a mí mismo por haber desencadenado esa reprimenda de sentimientos que te viste forzada a hacer para superarme y desprenderte de todas nuestras memorias y recuerdos juntos. Paso por los lugares que recorrimos y ahora en lugar de recuerdos me surgen dudas, me pregunto a mí mismo si vos piensas en mi cuando pasas por esos lugares, si se te viene esa ola de nostalgia y los recuerdos cuando recorres estas calles por donde yo paso diariamente, y donde sigo aprisionado por mis propios recuerdos. Me pregunto si seguís mirando aquellas películas que solíamos ver para sentir que estoy al lado tuyo haciéndote cariños y mirándote sonreír. Me pregunto, solo me pregunto, de si en verdad, de casualidad en todo este tiempo, me dejaste de amar o te diste cuenta que en realidad lo que sentías por mí no era amor. Todas estas preguntas me las hago a mí mismo, pero te las quisiera hacer a vos, pero decido callar una vez más y no compartir como me siento, te tengo que dejar ir.

    CAPITULO VI Llegue a casa, mi gato estaba inquieto y se refregaba en mis piernas, él sabía que estaba profundamente roto y triste. Acaricie su pelo mientras lagrimas brotaban de mis ojos. La había perdido nuevamente y no tuve el valor de volverme hacia ella y decirle todo lo que sentía, preferí callar y tragarme mis palabras y mi amor hacia vos. Fume y bebi hasta quedar inconsciente. Nuevamente volvía a ese agujero de tristeza y desesperación del que por un momento había salido. Estaba resignado a perderte. No, no lo podía aceptar. Agarre mis llaves y fui a buscarte, toque tu puerta y me recibiste con lagrimas en los ojos. Te comenté todo lo que me paso por la cabeza en ese instante, y me miraste con esa mirada tierna e inocente que siempre tuviste y me comentaste que no podías cambiar nada, la decisión estaba tomada y te mudarías a un nuevo país para buscar la felicidad que yo te había arrebatado cuando rompimos meses atrás. Lloré delante de ti, me sentí vulnerable, y me abrazaste y me dijiste que todo iba a estar bien y que tenia que dejarte ir. Te abracé y me despedí nuevamente. Mientras volvía nuevamente los recuerdos afloraban en mi mente y lagrimas no paraban de salir de mis ojos. Sentía que me estaba apagando y muriendo en vida pues tenía que soportar una eternidad sin vos. Camine a casa y al llegar me tumbe en la cama y me consolé a mi mismo con alcohol y cigarrillos hasta quedar dormido.

    Desperté aturdido y atormentado, era un domingo gris y la ciudad sentía tu despedida, así como lo sentía mi corazón. La otra mitad de mi alma me había abandonado finalmente, y mi otra mitad se hacia cenizas cual cigarro cuando se consume. No pude comer. Un nudo en mi estomago y garganta me impedía ingerir cualquier alimento. Solo podía llorar y aspirar ese licor salado que salía de mis ojos.

    Pasaron las semanas y trate de continuar con mi rutina. Establecer mi vida, encontrar un ápice de felicidad, pero no pude. Tu perdida significo el despertar de la soledad en mi interior y ni la más cálida compañía de Joaquina podía llenar ese vacío. Estaba roto. Empecé a perder la memoria. Aumente de peso y mi cara se veía dañada por el tabaco y el alcohol que ingería diariamente para tratar de no recordarte y que aquellas voces de mi interior se acallaran por un instante. Dejé de salir de mi departamento, me aislé, y solo me dedicaba a dañarme, pues soy un cobarde para quitarme mi propia vida. No, yo merecía una muerte lenta y dolorosa en pago por lo que te había ocasionado. Joaquina me preguntaba si me encontraba bien y si algo me estaba pasando a lo que yo siempre con una falsa sonrisa en mi rostro respondía que estaba todo bien, que solo era una mala época. Ella se preocupaba por mí, pero yo sabía que en el fondo me situación era incurable. El dolor no se acababa nunca. Tus palabras finales retumbaban en mi cabeza como martillazos y no las podía frenar, dejaba que me golpearan una y otra vez hasta que el alcohol hacia su efecto y quedaba yo inconsciente en el piso, desangrándome por dentro en una hemorragia fatal de pensamientos y tristeza.

    Los días pasaban, me intentaba comunicar con vos, pero habías desaparecido de mi radar. Cambiaste de número de teléfono, eliminaste tus redes sociales, y yo no podía ver si quiera una foto tuya que me consuele en mis tristes noches de agonía y fatalismo.

    Pero estoy cansado, cansado de vivir de esta forma y me propongo superarte de una vez. Empecé a estudiar un doctorado en historia, para conseguir un trabajo mejor y así mas estabilidad y mantener mi cabeza ocupada de vos. Las semanas pasaban y había dejado la bebida, pero los cigarrillos no. No podía ni me visualizaba una vida entera sin tocar el tabaco. El doctorado duraba 2 años y me iba bastante bien, aprobando los prácticos que se me presentaban y haciendo nuevas amistades. Intenté amar a Joaquina, estar en una relación con ella, pero no pude. Mis alumnos notaban que algo malo pasaba conmigo y Pablo me preguntaba siempre “¿cómo esta profe?”, yo siempre sonreía y les decía que estaba todo bien. Un día de clase común y corriente y en los últimos 20 minutos charlamos un poco de la vida, ellos encontraban interesante mi vida y me preguntaron nuevamente si yo me había enamorado alguna vez. Yo con amabilidad y derrotado por la insistencia decidí contarles sobre Lucía, les conté que la había conocido en este mismo colegio. Les conté lo que sentí la primera vez que la vi, como mi corazón se detuvo y mi mente quedo paralizada al escuchar su voz y al verla por primera vez. Les conté de los 8 años que estuvimos juntos, de cómo me habían parecido cortos esos años de relación ininterrumpida. Y les conté por último lo que es el amor, les comenté que cuando se ama a una persona se les es otorgado a cada uno un poder sobre ellos y que, si en verdad es amor lo que se siente, los dos deben renunciar a ese poder y aceptarse tal cual son el uno con el otro. Eso era mi definición de amor, yo acepte a Lucía por como era ella, no la intente cambiar nunca y la deje ser con sus pensamientos. Renuncie a ese poder que tenia sobre ella para no intentar lastimarla o hacerla sentir mal. Ame cada uno de sus rasgos y su personalidad y ella hizo lo mismo conmigo. Cada día que pase con ella hasta el ultimo se me hizo corto y en cada uno de ellos arrojaba felicidad por los bolsillos y me convertía en una mejor persona. Ella me completaba y yo a ella. Se quedaron sorprendidos por tal poética descripción y miraron con asombro la genuina sonrisa que evocaba de mi rostro cuando la nombraba. Concluí contándoles de nuestra separación y entendieron así, el porque de mi sombría personalidad actual y de mi carencia de felicidad y esperanza por la vida que se apercibía en mi rostro todas las mañanas en el colegio. Me preguntaron por Joaquina, y solo les pude decir que uno ama en su totalidad una vez en la vida, siente eso por primera vez y las siguientes veces no se da cuenta por que la intensidad no es la misma y los sentimientos no son como los de la primera vez. Uno nunca tiene que reprimir ese sentimiento porque esa es la razón que nos hace vivir, los sentimientos, el romance y el amor, de todas maneras, podemos elegir reprimirlos y crear una personalidad denominada fuerte, pero que con el tiempo se va a transformar en una notable soledad interior. Yo elegí amar a Lucia, y lo volvería a hacer sabiendo que el final seria el mismo, con tal de revivir aquello que me hizo sentir despierto cuando yo dormía, aquello que me hizo estar vivo y no tan solo existiendo. Concluí la clase y me retiré a mi departamento. Fume y fume, comía poco, estaba mas delgado, rozando un problema alimenticio. Me sentía cada vez más débil y no podía dejar de toser.

    Transcurrieron semanas y semanas, los días caían como gotas en un asfalto y se evaporaban al caer la noche. Entendí así que solo estaba existiendo. Esperando que un milagro ocurra que cambie la situación en la que estaba, pues yo mismo era incapaz de cambiarla.

    No había noticias tuyas. Habías desaparecido por completo de este pequeño mundo. Mi tos empezó a empeorar. Decidí ir al medico y me dan la noticia de que finalmente había desarrollado un cáncer de pulmón y que la etapa estaba muy avanzada como para curarme. Le pregunte si me quedaba tiempo y me comento que solo era cuestión de semanas antes del juicio final. Renuncié de mi trabajo y le comenté la situación a mis amigos. No tenía familiares pues habían fallecido la mayoría. Se pusieron tristes, pero por otro lado yo sentí ese alivio de que pronto el dolor se iba a terminar. Continue fumando y fumando, me aislé de mis seres queridos pues no quería que me vieran debilitado, delgado y escupiendo sangre de cuanto en cuanto.

    Pasaron semanas y sabia que el día final se estaba acercando. En mi cama decidí escribir una ultima carta dirigida a vos Lucía, que decía lo siguiente:

    “Lucía:

    Como te va Lu, soy yo de nuevo, perdón por molestarte donde quiera que estes. Simplemente sentí la imperiosa necesidad de comentarte que la agonía de extrañarte finalmente me consumió en vida y es por eso el motivo de mi carta. ¿Te acordas ese día que fuimos a la librería y me regalaste un libro? Bueno… te quería decir que pude leer esa carta cuando terminamos, nunca me di cuenta que la habías escrito y me sentí terrible por no darme cuenta, vos sabes mas que nadie lo despistado y tonto que soy. Solo quiero saber como estas, como es tu nueva vida y si me extrañas tanto como te extraño yo todos los días y cada segundo de mi vida. Quiero que sepas que te amo, y que siempre te ame, nunca te deje de amar ni por un instante de mi corta vida. Te quiero contar que estoy haciendo ese doctorado del que tanto te hable y que me está yendo muy bien, próximamente voy a ser doctor en historia, ¿podes creerlo?

    Solo era ese el motivo de la carta. No es necesario que respondas, simplemente que sepas lo mucho que te amo y te extraño.

    Con amor, seba. “

    No le quise notificar de mi enfermedad porque no lo vi necesario, y porque no merecía sentirse triste por mí. Con mis ultimas fuerzas entregué la carta en el correo y puse sus datos para que la busquen y le hagan llegar la carta, confío una única vez en mi vida en que el servicio publico va a ser su deber. Yo por ahora me recuesto sobre mi cama y decido colocar la alarma y no despertar en el día de mañana para que esta miserable vida llegue finalmente a su conclusión.

    pilumpacem

    Comentarios

    No hay comentarios todavía, sé el primero!

    Debes iniciar sesión para comentar

    Iniciar sesión