En la vida hay un tesoro incalculable,
que brilla con luz propia, y nunca se apaga.
Es la amistad, la unión de corazones,
un hermoso regalo, una pura fortuna.
Pero a veces, en la pura convivencia de los corazones,
se unen también hilos de tristeza y dolor.
Un vínculo que, aunque eterno, pero siente el peso del tiempo,
y a veces se rompe, se desvanece.
La amistad es un puente que une caminos,
pero también un camino que puede desviarse.
Un refugio seguro en medio del temporal,
pero a veces, un abrazo que no llega en la noche oscura.
En la amistad se encuentra varias cosas,
risa y el llanto, el alivio en la tristeza, la alegría compartida,
pero también el dolor de las palabras no dichas,
y las heridas que a veces no pueden sanar.
Es un regalo que llegó sin previo aviso,
un tesoro inapreciable que complementa nuestras vidas,
pero también hay que recordar los que se han ido,
y los momentos que no podemos recuperar.
Buena amistad eterna y compañera,
que ilumina nuestros días y alegra nuestras vidas,
pero también nos enseña a valorar,
mostrándonos el verdadero dolor de perderlas.
Así, aprendemos a seguir adelante cada dia,
con la mente llena de recuerdos,
tanto tristes como alegres, de momentos invaluables.
Con la seguridad de encontrar nuevamente ese regalo invaluable.
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