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ayer oí tu voz,
pero no eras tú,
no eras tú, no era nadie.
Era yo.
Destrozandome el alma,
cubriendome los huesos,
engañando a mis oídos,
para que algo deje de doler.
pero tú aunsencia llegó,
sin permiso ingresó a mi cuerpo y rompió mi piel,
quemó mis ojos,
hasta que mis lágrimas se volvieron ceniza,
y me dejaron sola, buscando tus palabras otra vez.
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