Un sábado cualquiera
May 1, 2025
Un sábado cualquiera, de 1996.
Son las 4 de la tarde y empieza a vislumbrarse un poco de movimiento en la cuadra.
Un colectivo escolar naranja que oficia de verdulería está estacionado en el medio de la calle. Con un megáfono, un señor con delantal anuncia las ofertas del día. Mientras, un hombre morocho se quita la lapicera de la oreja y comienza a sacar cuentas frente a una señora bajita, que va guardando sus bolsas en un changuito. Una nena saborea una fruta que le acaba de recibir mientras su mamá pregunta si los tomates están lindos.
Lita, una señora rubia, de anteojos y vestido largo, se acerca a comprar al colectivo. ¿Lita o Nelly? Es la señora de la casa con reja amarilla en la puerta. Le sonríe a la nena de la fruta, que solía ir a su casa. Lo hacía cuando aún vivía su nieto, con el que jugaba y compartía el jardín.
En la esquina, Jorge, el mecánico del barrio, habla con un vecino, mientras su hijo lo ayuda adentro con un auto. Unos chicos juegan con la patineta a pocos metros.
En la cuadra, un chalet llama la atención entre esas casas bajas. Con un jardín llamativo, una reja que cubre el frente y una puerta con las iniciales de la familia, da un tono moderno y ostentoso para la época. Es la casa de una joven pareja de odontólogos.
Al lado, unas tejas color naranja se destacan en un frente amplio y blanco con dos puertas y dos ventanas que dan al frente.
Desde la vereda con baldosas azules pequeñas, se escucha un noticiero a todo volumen que proviene de la primera ventana. Ese sonido no llega a ocultar la voz gruesa a los gritos que espabilan a cualquier vecino que camina por ahí.
La primera puerta de madera del frente blanco se abre. Un hombre con bigote sale con una manguera y un balde desde el pasillo, y se prepara para lavar una camioneta verde, una Chevrolet C-10.
La nena viene corriendo con media banana en la mano, se mete apurada por el pasillo de casa, paso por la puerta verde, que está abierta. Observa a su abuela guardar las verduras en un canasto mientras despotrica contra el abuelo. Corre hacia la canilla, para abrirla, y que su papá use la manguera. ¿Es sábado? Es raro. No es usual un sábado con su papá en casa. Vuelve afuera.
La mamá, que dejó la bolsa de tomates en la parecita del pasillo, vuelve a salir, esta vez con el mate en la mano. Al fondo, bajito, la música de Luis Miguel que indica que la hermana más grande está en la casa. Una vez más, comienzan los gritos desde la ventana marrón. La voz gruesa y la voz más finita, en una melodía inconfundible.
Un sábado cualquiera, 2019
Una mujer camina con el chango, seguramente vuelva del chino que tiene verdulería. Algún que otro auto transita despacio por la calle.
Una chica entra a la casa del frente blanco, con unas cajas de cartón. Pasa por el pasillo, se dirige a la puerta de chapa verde. Allí su mamá está limpiando con la puerta abierta, mientras vacía la casa, pronta a alquilar.
Ya no se oye ruido de colectivo, ni corre el agua mientras lavan autos en la puerta. Ya no hay chicos jugando en la cuadra ni vecinos conversando tranquilamente en la calle.
La cuadra se volvió silenciosa y esa es la nueva melodía inconfundible del barrio.
Recomendados
Hacete socio de quaderno
Apoyá este proyecto independiente y accedé a beneficios exclusivos.
Empieza a escribir hoy en quaderno
Valoramos la calidad, la autenticidad y la diversidad de voces.
Comentarios
No hay comentarios todavía, sé el primero!
Debes iniciar sesión para comentar
Iniciar sesión