Un rayo de sol

Vallejo me perdió en la esquina. Me quedé paseando. Las esquinas estaban como quietas y escurridizas. Caminé un rato, largo, pasé por al lado de una persona tirada en la calle que me dijo "¿que haces aca?". No supe que contestarle.

Con el peso del cielo encima se me dificultaba seguir. Frené en una esquina angulosa y dormí.

Las nubes me embisten y atraviesan, y siento como que tampoco pertenezco. Hay fantasmas pero de carne y hueso, y ninguno me pregunta que hago aca. No hace falta. Todos sabemos (ellos y yo) que en realidad no estoy aca.

Me despertó un choque. Un taxista bajo del auto para gritarle a alguien. Me aburrió la escena. Entré en un edificio cualquiera, salude al portero y entré al ascensor; lo dejé que me lleve.

Entré en un cuarto cualquiera y acomodé las cosas. Barrí un poco y puse a hacer café. No quería tomar, pero quería que me despertase el olor. Me acoste en cualquier sillón, el primero que ví, el único.

No siento mucho el cuerpo, descanso. Me siento pleno, más de lo que podría pedir. No creo que dure. Aprieto fuerte, contra el pecho, un libro cualquiera, una frase. Intento pensar con claridad pero ya no puedo.

Me despertaron el olor a café, como tenía previsto, y el sol de las 3 de la tarde, que entra oblicuo por la ventana. Me acaloró lo suficiente como para sentirme acogido por un instante. Pero yo no creía en esa sensación. En ninguna. Abrí la ventana para agarrarme bien del rayo, apretarlo contra el pecho y que me lleve, que me lleve a donde termina, a donde empieza.

Ahora me resta elevarme. Mi cuerpo esta tendido en el asfalto, no lo extraño. Espero que el sol esté cerca.