¿Como pueden dos personas que se hablan, que no comparten espacio, y que sienten (aun no lo digan) desprecio por el otro, pensar sobre las mismas cosas, escribir sobre las mismas cosas y ser conmovidos por lo mismo? ¿No es acaso aquello a lo que venimos al mundo ese igual? ¿Son tal vez esas mismas similitudes las que nos repelen?
La mitad de las noches (si no más) me encuentro bombardeado con preguntas, con pensamientos y con arrepentimientos. Arrepentimientos relacionados con, principalmente, la arrogancia de creer poder tenerlo todo, de creer que el mundo estaba hecho para que yo haga y deshaga a mi placer como si de un estrafalario dios o mezquino dictador se tratase. Inclusive por momentos el mismo arrepentimiento por mi arrogancia es arrogante ("yo soy mejor que lo que hice" "no puedo creer que alguien tan bueno como yo se haya equivocado así") por qué, como toda persona soberbia completamente inmiscuida en si misma, no puedo soportar la idea de que soy, muchas mas veces de las que me gustaria aceptar, una mala persona.
A todos estos pensamientos de madrugada se le suma la innegociable necesidad de perdón, de pedir perdón, de pedirme perdón. La urgencia de que un otro pueda corroborar que me arrepiento, que deseo poder deshacer lo que hice y hacerlo todo de nuevo, "hey, pero ya esta, ya pasó, ahora mirar hacia adelante" debe ser de las cosas que mas atinan a decirme, y claro que sí (es lo primero que yo diría) los dolores, tanto como los procesos, son cosa de uno, y por más que amaría que alguien pudiese darme la mano y sacarme de este pozo que me cavé personalmente, se que en el fondo, quizas un poco mas abajo, voy a encontrar las cosas para construirme una escalera.
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