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Un padre y el azar

Jan 24, 2025

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El capo mafioso está sentado en un albergue vacío mientras fuma un cigarrillo. Dos hombres, secuaces suyos, ingresan por la puerta mientras sostienen a dos jóvenes con sotanas de cura atados de manos.

  • ¿Qué es esto? – pregunta el capo con una mueca de decepción - ¿Para esto me hicieron venir hasta acá? ¿Quieren que me confiese o algo así?

Los secuaces, nerviosos, fingen reírse de la broma de su jefe y uno recibe un codazo del otro, instándole a que explique la situación. 

  • Estos dos nos engancharon hablando justo cuando le dábamos el paquete al diputado. Nos los tuvimos que traer. Nunca pasa nadie por esa zona, estos dos giles justo pasaban llevando ropa para la iglesia. Son curas recién ordenados, por lo que nos venían contando mientras lloraban de camino a acá.

El capo mira a los dos hombres ahora arrodillados frente a él. Uno de los dos se deshacía en lágrimas mientras balbuceaba súplicas de piedad, pero el otro estaba firme observándolo, aunque el miedo se le notaba escondido en sus ojos. Como tratando de descifrar al joven, el capo lleva una silla y se sienta mientras los observa fijamente.

  • Que día loco ¿No? - les dice simulando complicidad - Les aseguro que cuando pronunciaban su oración de la mañana no se esperaban que la mano de Dios los fuera a traer acá. Encima después de hacer su buena obra del día, llevando esa ropa donada para que los necesitados no se caguen de frío ¡Que raros que son los caminos del señor! Te hace preguntarte a dónde carajo nos quiere llevar realmente, ¿no?

  • Él es más sabio de lo que nosotros podemos especular. – contestó el cura que no lloraba, y miraba al capo fijamente a los ojos - En las desgracias y las adversidades esconde significados que a los que no saben ver se les escapan.

El capo deja escapar una risotada.

  • ¿Sigue teniendo fe en el plan de dios, padre? ¿Ahora que terminó acá, conmigo apuntándole a la cabeza con un arma?

  • Ahora más que nunca. – respondió el cura.

El mafioso se rió burlonamente de la seguridad del cura, como si fuera un chiste o una ingenuidad.

  • Mira pibe, te voy a decir cómo es esto. No hay un dios detrás de las cosas. No tengo ni puta idea si existe o no pero sé que no hay plan divino suyo. No nos resguarda desde los cielos cuidándonos. Yo nací en una familia de mierda, mi papá era un borracho y mi mamá estaba enferma. No me quedó otra que trabajar desde pibe, pero ¿Quién iba a contratar a un pibe flacucho sin experiencia en nada además de recibir palos de su viejo? Me metí en el mundo de las drogas porque no había otro lugar en donde meterme. Ni Dios ni los adultos se preocuparon de que tuviera otro camino para elegir. Y así pasaron años ¿Viste? Una vez que te metes en el mundo del narcotráfico no podes salir… Hasta que te saca la policía. Me empezaron a buscar y me tuve que ir a la mierda. Tuve que abandonar a mi mujer y a mi hijo chiquito hace 15 años. Pero en mi exilio me volví fuerte. Fui creciendo en este mundo y ahora soy intocable. Pude volver a mi pueblo natal a comandar toda la distribución y la venta de drogas que circula por estos lugares. El pibe que creció sin opciones volvió para inundar las calles de droga y sacarles las opciones a otros pibes. ¿Dónde está el plan de Dios en eso? ¿Dónde está la divina providencia, padre? – El capo miraba al cura con ojos inquisidores y con los brazos extendidos a los costados, como si mostrara que su persona es la prueba de su argumento – Esto es solo un hombre haciendo malabares con el azar. Las cosas no pasan por una razón, solo… pasan.

En los ojos del cura el miedo se confundía ahora con la compasión.

  • Que su divino entramado sea confuso para nosotros no quiere decir que carezca de sentido. En todo lo que me contaste se entrevee tu resignación y tu falta de fe. Incluso las desgracias tienen sentido para aquel que tiene ojos y sabe ver.

Al capo parecieron disgustarle las palabras del cura. Con el manerismo de un bebe que en un capricho arroja el juguete con el que estaba jugando, el capo levanta su brazo y le dispara al cura que lloraba a cantos. El cura cae al suelo como títere sin cuerdas, y su llanto no volvió a escucharse en ese albergue.

  • ¿Vio, padre? – dijo el Capo – Aquel hombre murió producto del azar de mi mano. Vivió todos estos años, sufrió todas sus penas y sus adversidades solo para desaparecer a manos de mi arbitrariedad ¿Qué le hace pensar que la mano que maneja nuestros destinos es menos arbitraria que eso? Así como maté a este hombre cuyo nombre ni sé, pude matar a cualquier otro ¿De qué manera eso podría ser parte del plan de Dios?

El padre que había quedado profirió un alarido ante el disparo y lloró por la muerte de su amigo, que había sido atravesado por el balazo en la cabeza, siendo fulminado instantáneamente.

  • Sin embargo – dijo, reincorporándose en su posición como pudo, aún atado de manos y pies – no mataste a cualquiera. A mí no me mataste. Porque estabas hablando conmigo, porque me querías decir algo. Y a él lo mataste para mostrarme eso de lo que hablabas. En tus acciones había una intención, por mas arbitrarias que parecieran. Tal vez lo mismo sucede con Él. Tal vez ese azar que tanto mencionás sea el idioma en el que Dios nos trata de decir algo.

El capo miraba al cura con los ojos de un demonio. La invulnerabilidad de su fe estaba haciéndolo enojar. Pero el cura no se amedrentó y, como si estuviera dando una misa un tranquilo domingo, siguió hablando.

  • Mencionaste el cúmulo de desgracias que arrebataron tu vida, pero olvidaste hacer notar un hecho significativo: que todavía estás vivo. Otros narcotraficantes han muerto víctimas de su labor u otras circunstancias relacionadas, pero vos no. No puedo evitar preguntarme que te habrá querido decir Dios con eso. Tal vez incluso en los hechos del día haya algún-

Un ruido como un trueno cortó súbitamente el monólogo del cura. El capo tenía su mano extendida en su dirección, y la pistola desprendía un sutil humo. La bala le había dado al cura en el pecho, y este cayó hacia adelante en agonía.

  • Hasta ahí llegó tu camino. – dijo el capo con altanería - Vos me dirás qué habrá querido decir Dios con eso.

Y luego de decir esto, les indicó a los otros dos hombres a su cargo que abandonaran el lugar. Estos salieron en silencio sin mencionar una palabra del asunto, pero cuando el capo puso su pie afuera del lugar, el sonido de una tos rasposa lo detuvo. El capo miró hacia atrás con una sonrisa burlona.

  • ¿Y ahora? – empezó a decir con sarcasmo mientras se acercaba al cura agonizando – No hay doctores cerca, no hay buenos samaritanos que puedan auxiliarte. Y ciertamente yo no voy a ayudarte. Tu amigo murió de manera limpia, sin sufrimiento, pero se ve que a vos te tocó agonizar un poco. Decime ahora ¿Para qué quiere Dios que sufras esto que estás sufriendo, si tu final es inevitablemente uno?

  • Tal vez Él quería que te dijera – dijo el cura tornando su cuerpo como podía para mirar al capo a los ojos – que te estuve esperando 15 años, papá.

El capo queda petrificado mirando al cura que había exhalado su último aliento. Escudriña su cara mas de cerca y, sin darse cuenta, cae de rodillas, como un súbdito ante su rey.


Juan Bautista Pedrozo

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