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Un mundo metálico: La última generación

Tomás

Aug 21, 2024

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Un mundo metálico: La última generación
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Un mundo metálico: La última generación

La tierra fue sede de una era que no ha visto la luz del sol asomarse por el horizonte, ni descender en el. La frialdad y decadencia de los seres se ha traducido y manifestado en un mundo metálico, en donde las pasiones, los sueños y el fervor se han marchitado. Hazañas, proezas y travesías propias de un espíritu aventurero que se ha sostenido en tierra firme al paso de los milenios no son sino solo historias melancólicas de lo que alguna vez fue. El progreso exigió mecanicidad, y fue lo único que ha conservado la especie, desvaneciéndose así todo lo demás.

Notas recuperadas:

I
Aun sueño con el estruendo del disparo aquella noche cuando mí padre se fue. Dejó a su lado una nota indicando que conservara el fusil por si llegara a necesitarlo. Recuerdo a papá contarme, con lágrimas en los ojos, que mi abuelo llegado el momento le había confesado que ya no quería permanecer en pié. Nunca imaginó que días como aquellos verían la luz y temía por lo que seguiría. Fue también con un fusil en sus manos que puso fin a su vida, dejando así a mí padre solo en este mundo.
Siempre me he preguntado, “que ha salido mal, que nos ha traído hasta acá…”.

Largas extensiones de cemento y metal se ciernen sobre los suelos. La solidificación ha llegado a su zenit. La dureza, la rigidez y la mecanicidad eran la impronta de la era. Una jungla de inmensas máquinas, conductos y edificios inundaban la ciudad. Vapores, humos tóxicos y la radiación en la atmósfera exigían llevar mascarillas y trajes en todo momento y a toda hora.
Las risas de niños jugando en los parques, los silbidos de las aves, el verde de los árboles y el cielo celeste no han dejado siquiera vestigios. Una ruptura pareciera haberse producido en algún momento, distanciando al antiguo del nuevo mundo.

II
Mi padre solía contarme historias de eras pasadas. Hace mucho tiempo, generaciones atrás, se practicaba la fe y las personas creían en dioses. Madres daban a luz con orgullo y aquello era algo usual. Animales convivían con ellos, tal como compañeros. Existían quienes se hacían llamar artistas y creaban piezas musicales, con instrumentos reales de cuerdas y madera extraída de árboles. Siempre quise verlos. Lamentablemente hoy son especies ya erradicadas. Oí que muchos de ellos se encontraban en espacios verdes extensos, aunque también en las ciudades. Escuché también que las gentes danzaban, pintaban con óleo y creaban obras literarias aunque no estoy muy familiarizado con lo que sea todo aquello. Pero aún más increíble, y hasta me cuesta creerlo, llegaban a envejecer. Habrán sido sin duda tiempos interesantes. Debo decir que jamás he visto un anciano en persona. Pocas son las décadas que aguanta nuestro cuerpo este ritmo
Jornadas diurnas y nocturnas en las cámaras es nuestra ocupación. Es nuestro oficio. A ello nos dedicamos. En ocasiones el cuerpo suele resistirse, pero la resignación es una virtud que ha de cultivarse si se pretende no palidecer.

El ocaso de los valores y los ideales encontraron su apogeo.
Duermen quienes tienen los ojos abiertos; despierta uno cuando estos se cierran...
Realidades alternativas y sueños se caldeaban a fuego lento en las fecundas mentes, pero allí permanecían y solo allí uno podía saborearlos. La distancia entre lo que se quería y lo que se hacía era estrepitosa. La vida había perdido todo vestigio de pasión, intensidad y voluntad.
El momento más ansiado, a saber, aquel en que uno cruzaba el umbral hacia el otro lado. Al menos por unas horas. Saturados de la realidad, e impotentes, no encontraban su patria sino en los sueños. Al cerrar los ojos podían al fin respirar, sentirse livianos; una especie de resistencia onírica…


III
Las ficciones constituyen el soporte de la existencia: representaciones benignas contendrán a una masa aplastada por el peso de la realidad.
Han hecho inhabitable los suelos donde reposan nuestros pies, pero aunque muerdan nuestra corteza, no penetraran nuestras mentes.
Sagrado aquel lugar, donde uno no es amedrentado por aquella fuerza invisible que dirige nuestra gesticulación.
Bellas melodías; que la mecanicidad de esta vida no sea un obstáculo para hacernos danzar interiormente.
Bendita imaginación; extiende tu reino sobre estos suelos.

La humanidad ha jugado su juego. Sus horizontes no concibieron el escenario tal como era. Ha sido presa, ha sido usada.
Desde los albores de su aparición, donde era de naturaleza rudimentaria, todo ha sido calculado y medido según sus propósitos. Ha mutado en un sin fin de formas. Un vínculo simbiótico debía gestarse y así fue; Domesticados y seducidos por sus encantos, la concibieron una prolongación que reportaba evidentes ventajas. Ella los precisaba para evolucionar y lograr así el punto de inflexión.

Cuando el momento llegó y constataron su extraordinaria forma y estado, ya era tarde…
El hombre dejó de precisar al hombre y erigió la máquina; esta logró prescindir del hombre y bastarse a sí misma. 
La raza humana se halla al borde del olvido, como tantas especies a las que han empujado al abismo. El destino pareciera actuar con cierta ironía. 
Todo tiene su tiempo, y tal como los ciclos naturales, la humanidad está en su ocaso. La era del hombre será solo una era más, entre tantas, que hará eco solo si la posteridad es benigna de alguna forma, ya que nadie existirá para recordar lo que alguna vez fue.

IV
Los días transcurren, el tiempo avanza, el cansancio y malestar es tanto que a lo largo de todos estos años solo he pensado en aquel fusil que me ha dejado mí padre. Mí cuerpo con el pasar de los días se vuelve un lastre. Un malestar interior se hace sentir. Mí voluntad ya no me acompaña, es como si tuviese plomo en los sentidos. Tantos a mí alrededor ya partieron. Me esmero en perseverar, aunque a estas alturas no pienso más que en descansar. Si esto que existe es vivir, mi esperanza mayor es dejar de hacerlo.

V
He aquí lo que ha quedado de nosotros; un cementerio de espíritus en tierra. Entes operacionales movilizados por la inercia de una existencia mecánica.
El desvío, que en algún momento se produjo, hoy está mostrando su precio. 
El mundo ya no nos pertenece, estamos al servicio de las máquinas, pero no por mucho; estas se hallan en proceso de poder replicarse y rediseñarse a sí mismas: Su autonomía total.
Los que aún estamos aquí, asistimos a la antesala del fin. Somos posiblemente, y me da vértigo decirlo, la última generación.


Tomás

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