En un mundo ideal el karma existe y ejerce su fuerza con una perfección que no deja dudas de ello.
El problema es que este es el mundo real y tus personas favoritas sufren profundamente una angustia que solo puede atravesar de tal manera a quienes son lo suficientemente sensibles para sentirla.
Por eso, solo puedo cerrar los ojos e imaginar.
Imaginar un mundo ideal donde esta mujer vive plenamente todo lo que alguna vez su inocente ser soñó.
Un mundo donde la ley principal es que ninguna madre tiene que ver morir a su hijo, y donde esta se cumple como si de las leyes de la naturaleza habláramos.
Pero este no es ese mundo, y esta mujer no es esa.
Esta mujer tuvo que atravesar con las pocas herramientas ofrecidas por su entorno emocionalmente precario los difíciles y poco karmicos caminos que la vida le ofreció.
¿Qué me queda a mi entonces? Agradecer.
Agradecer porque no podría culparla si ella hubiera decidido abandonarse a ese destino que apuñala sin piedad ni descanso.
Agradecer porque, contra todo pronóstico, decidió ser lo mejor madre que pudo, lo cual resultó mucho más que lo que otras puden dar incluso en situaciones más favorables.
Gracias, porque puede que el karma no exista, pero si lo haces vos, y eso me basta para creer en la posibilidad de que hay algo mejor.
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